Sorprendente: Santuario del Néctar en Templo De Eros.

No tienen prisa, la lentitud es la clave en el ritual del amor,En el templo el placer se da en cada rose con suma delicadeza y erótismo.

Los oficiantes: El Sacerdote y la Sacerdotisa, de pie frente al altar, inclina reverente la cabeza., antes de comenzar el ritual del amor. El Templo de Eros está en penumbra y un fuerte aroma a incienso y mirra, embalsaman el ambiente. Como fondo, se escucha una suave música instrumental.
El pebetero está encendido y el humo de las esencias envuelve el lugar con una apariencia mágica. En el mosaico blanco y negro del piso se destaca un Círculo Mágico, en pleno centro del Templo. Sobre las tres gradas del altar, una alfombra verde esmeralda indica el camino a seguir por los Oficiantes.
A ambos lados de éste, en la última grada, de un metro de ancho, se ven dos Tronos tallados en cedro, forrados en terciopelo rojo y dispuesto allí para el ritual del amor. Sobre el altar se destaca un antiguo Candelabro de Siete brazos, en el que arden siete sirios, única luz en el Templo.
También se ve allí un hermoso cáliz de oro y plata, a medio llenar de vino. Al fondo, sobre la pared desnuda, un gran óleo del sigilo o diagrama del Árbol de la Vida. Del cielo raso, sobre el altar, pende un gran Delta con el Símbolo del Infinito al centro y de éste una Pentalfa dorada.Eros
El Sacerdote oficiante, viste, sobre su cuerpo desnudo, una regia túnica de seda blanca, anudada a la cintura por un cordel también de seda blanco con grandes borlas en las puntas. Sobre su pecho, brilla La Joya del Maestro: una medalla de oro de 24 kilates, con el símbolo del Pentagrama, pendiente de un lazo, también de oro puro y en su mano derecha se nota una hermosa sortija en oro de igual calidad, con el Símbolo masónico de La Escuadra y el Compás, al centro de éstos y a modo de Ojo del Infinito, un diamante. Ciñen sus sienes, una Diadema Atlante en cobre martillado, adornada al frente con un resplandeciente cristal de roca. Eros
La Vestal Sacerdotisa, por su parte, está hermosísima. Es una esbelta mujer de 18 años, 1.70 de estatura, viste una vaporosa túnica inconsútil de raso azul celeste; ciñen sus ensortijados y largos cabellos negros, una Diadema Atlante similar a la de su amado esposo; en sus blancos y delicados dedos luce una sortija en oro puro similar a la del Maestro.
Bajo su túnica, sus juveniles formas se transparentan todas…sus pechos medianos, henchidos, erectos y sensuales se alzan rítmicamente con su respirar; su hermoso ombligo se destaca en su vientre plano. Más abajo, un precioso triángulo invertido, intensamente negro, su pubis de Afrodita, completa el cuadro…sus torneadas piernas y sus blancos y desnudos pies, hacen juego a tan divina vestal.
El Maestro Sacerdote, un hombre en la plenitud de su madurez, unos treinta y cinco años, se nota reposado, tranquilo; sus ojos entornados manifiestan su profunda concentración en el ritual del amor que está por comenzar.Eros
Ella se coloca frente a él y éste se inclina reverente y postrándose de hinojos ante La Diosa Amada, lentamente da inicio al Rito; para lo cual se desnudan mutuamente; empezando él con ella, diciendo suavemente, al tiempo que levanta su túnica: “ Isis, los cielos y la tierra te saludan”.
Luego ella hace lo propio con él; besándole en su boca con el ósculo más amoroso…No tienen prisa, la lentitud es la clave en el ritual del amor…No es simplemente un acto sexual animal, un mero pasatiempo para satisfacer los instintos…
El Acto del Amor, representa el acto de crear a escala infinita, aún realizado por el hombre, tiene la trascendencia de lo divino hacia lo humano, divinizado.
Ella ahora está de pie, respirando rítmicamente y sus ojos cerrados le permiten concentrarse en las voluptuosas sensaciones que las caricias de él le producen. Tomando suavemente el canto de su vaporosa túnica, la sube delicadamente al tiempo que acaricia sus piernas, acercando su aliento cálido hasta casi tocar su piel…sube y baja sus manos a lo largo de sus torneadas piernas, haciendo un poco de presión en cada caricia…levanta su suave túnica hasta la cintura y besa tiernamente su hermoso y tupido pubis…rozando apenas sus labios, él aspira el suave aroma de hembra en celo…ella ahora respira un poco más a prisa, dejándose llevar por tanta voluptuosidad, participando en el ritual del amor.
Tomando cariñosamente la cabeza de su Amado, acariciando sus cabellos y atrayéndolo…él, aún de rodillas, besa más efusivamente todo su vientre, el interior de sus muslos, caderas, su ombligo…levantando sus manos, atrapa sus erectos y firmes pechos…los masajea con dulzura y ella termina de quitarse por completo la túnica.
Él se pone de pie y abrazándose tiernos, se besan mutuamente en la boca, en el cuello, las mejillas…su erección se nota claramente, ella lo acaricia por encima de la túnica mientras él suelta el cordón que la ciñe y con ademán rápido se deshace de la prenda.
Ahora ella es quien ejecuta la acción; acariciándolo desde el cuello, besa su pecho varonil, fornido, atlético, hasta su cintura, sus caderas estrechas y firmes, su vientre velludo…hasta tomar entre sus blancas manos, cual pétalos de azucenas, el mástil de su erecto phalo palpitante…frota suave y rítmicamente su nervioso tallo, desde la punta hasta la base…ahora acaricia su glande con la punta de la lengua y lamiendo los líquidos que éste empieza a emanar, cada vez en mayor cantidad…ambos están ahora listos para entrar en la segunda fase del Ritual. Se toman un instante.
Ella va hacia el Trono que está al lado derecho del altar, junto a la columna Boaz, y allí se recuesta con las piernas separadas, ligeramente levantadas sobre los descansabrazos…él se le acerca lentamente, con su báculo de poder intensamente erecto y desafiante.
Ella lo toma nuevamente entre sus manos y con una dulzura infinita, lo lame, lo chupa rítmicamente, haciéndolo estremecer de excitación…él acaricia sus pechos firmes, presiona sus pezones de rosa entre sus dedos…acaricia su cabeza inclinándola contra su vientre, empujándole su báculo hasta la garganta…le toma por el mentón y besándola en la boca, intercambian fluidos, chocan sus lenguas y las chupan mutuamente antes de continuar.
Luego, él se inclina y de hinojos ante ella, empieza un connilingus que la llevará al más intenso y placentero de los orgasmos… empieza lamiendo lentamente, sin prisa, sus labios mayores que ahora están hinchados; profundiza su lengua cada vez más entre sus ninfas…toma entre sus labios el palpitante botón rojo de su clítoris erecto y juguetea con él al tiempo que introduce su dedo cordial, suave y profundamente en su húmeda vagina.
Aquí están los secretos del Amor; los Misterios más sublimes de Eros, están a punto de ser alcanzados por el Sacerdote Oficiante que, preparado de antemano, será digno de disfrutarlos…es algo reservado a los dioses. Abriendo y separando un poco los labios de su palpitante vulva, introduce su lengua profundamente…ella se estremece todita…se acaricia voluptuosamente sus nacarados pechos…sus fluidos aumentan considerablemente; él los succiona, los lame, los extrae cual néctar celestial de encarnada rosa…con su dedo, ejerce una suave presión sobre el Punto G, esa glándula maravillosa que la mujer posee en la parte anterior de su vagina, bajo el pubis, y la que, una vez excitada, casi quema, produciéndole un intenso placer, cual deseos de orinar, lo que se traduce en el más intenso de los orgasmos múltiple… ¡Ooohhh…mi… bien amado…! Ella se estremece y se convulsiona toda… ¡Ooohhh…mi… cielo…mi…vida…mi Dios…mi…amor!…levantando las piernas en alto, lo envuelve con ellas y lo atrae fuertemente contra su ardiente rosa que ahora se deshoja en néctar que él bebe insaciablemente…sus contracciones espasmódicas y rítmicas envían toda su energía al Supremo Sacerdote, su Esposo Eterno y muy amado…
Unos breves momentos después y antes de que ella decline sus espasmos orgiásticos, él la toma entre sus brazos, por debajo de sus rodillas y sentándola encima del altar, la convierte a ella, en un Altar vivo del Amor,  el dios Eros … Hace el saludo y pronuncia las palabras de Pase: Jachín – Boaz, y con su daga, ardiente y palpitante, ejecuta su “Introito ad Altare Dei”… En toda la profundidad de su extensión… ¡Aaahhh…! Suave pero firmemente, la penetra toda, haciéndole más y más presión…chupándole sus pezones alternadamente, ahora ella yace de espaldas acostada sobre el altar… Ambos jadean al aumentar él su ritmo, ella también se arquea buscando hundirse más esa lanza palpitante que ahora la quema deliciosamente ¡Toma…toma…mi vida…! ¡Ooohhh…! ¡Dios mío…! ¡Amor míooo…! ¡Sacratísima esposa mía…! ¡Diosa del amor…Eros
El semen ardiente cual lava volcánica, brota abundante dentro de ella, quien al mismo tiempo ha tenido un nuevo orgasmo… Permanecen unidos, acariciándose mutuamente, besándose profundamente, llenos de la más indecible dicha, plenos de amor y ternura. Unos minutos luego, cuando su phalo ha perdido fuerza, aún estando ella encima del altar, el Sacerdote se retira y colocando el cáliz con el vino entre las piernas de ella, contra su palpitante vulva, la incorpora y escancia el Elíxir de ambos fluidos en la Copa… luego beben ambos de la misma…es la Eucaristía de el ritual del amor, el Ambrosía, el Néctar de los dioses…Eros

En conclusión, el ritual del amor realizado por los oficiantes, el Sacerdote y la Sacerdotisa, en el Templo de Eros, es un acto sagrado que va más allá de la simple unión física. Es un encuentro divino que trasciende lo terrenal y se convierte en una experiencia mística y celestial. A través de la lentitud, la reverencia y la adoración mutua, los amantes se conectan con lo más profundo de sus seres y alcanzan el éxtasis del amor verdadero. Este ritual es un tributo a la divinidad del amor y la unión de las almas, donde la pasión se combina con la devoción en un acto de total entrega y conexión espiritual.

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