Pueblo Chico, Infierno Grande

Mi ciudad es una pequeña ciudad, es un pueblo grande, donde todo el mundo se conoce con todo el mundo y como dice el refrán, 'pueblo chico, infierno grande'

Mi ciudad es una pequeña ciudad, es un pueblo grande, donde todo el mundo se conoce con todo el mundo y como dice el refrán, ‘pueblo chico, infierno grande’
Mi madre era doctora, y los doctores se contaban con los dedos de una mano, entonces, naturalmente ella era como uno de los GPS del pueblo, ‘viste donde vive la doctora Eloisa?, bueno, seguí derecho unas cinco cuadras mas’
Mamá era un poco la referencia, el faro de propios y extraños, y el apellido Ortigoza no era conocido por mi padre, sino por mi madre, la doc, la mujer de Ortigoza

Papá trabajaba en el banco nacional, uno de lo cuatro bancos que había en el gran pueblo, el otro era el provincial y los otros dos bancas privadas. Mi padre era de esos tipos bonachones, de la casa al trabajo y del trabajo a la casa, jamás le incomodó vivir un poco a las sombras de la profesión de mamá.
Se llevaban muy bien, una pareja sin conflictos, una rareza en los tiempos que corren, creo que los enojos mas grandes de mamá hacia él eran porque era un hombre muy descuidado, desprolijo, siempre perdía todo y siempre era ella quien le solucionaba sus laguna mentales, y papá, a papá le hervía la sangre cuando el timbre de la casa sonaba a cualquier hora buscando la ayuda de la doctora, es que la gente, cuando tiene problemas de salud se olvida de todo, de días, de horarios y mamá parecía haberse transformado en una unidad de emergencias disponible las veinticuatro horas los trescientos sesenta y cinco días del año

Primero nació mi hermano, yo llegué casi cinco años después, y obviamente en el colegio, los profesores repetían una y otra vez ‘Valentina Ortigoza? son la hija de la doctora?’, una pregunta que me llevaba al mismo hastío.
Con mi hermano, Juan María – mi padre le había puesto ese nombre por admiración a un piloto de carreras de autos – no nos llevábamos nada bien, el siempre se abusaba por su mayoría de edad y siempre decía que ‘era la consentida de papito’, así que aprovechaba cada situación, cada oportunidad, cada posibilidad para sacar ventaja y hacerme llorar, y yo lloraba como una tonta y ciertamente el se aprovechaba de su condición de hermano mayor
En estos casos era mamá quien se molestaba con nosotros, la familia Ortigoza tenía una reputación intachable en la ciudad y éramos el ejemplo a seguir, y esa obsesión de mantener esa imagen de ‘nenitos perfectos’ se hizo bastante pesada de mantener sobre los hombros.

Después de esos primeros años turbulentos de la infancia la relación con mi hermano cambió del día a la noche, el se hizo adolescente, y como sucede habitualmente, el hermano mayor termina por transformarse en su protector mágico, yo podía andar tranquila por la vida porque sabía que siempre podía contar con el, Juan María siempre estaba para escucharme, para protegerme, para defenderme y parecía increíble como la vida nos había cambiado.
Era cómico y molesto al mismo tiempo, muchas veces los chicos de mi edad trataban de evitarme solo por miedo al brabucón de mi hermano

A todo esto, en la ciudad había tan solo cuatro clubes, el viejo ‘Confederación’ que estaba en plena decadencia, donde se juntaban los vejetes a recordar siempre las mismas historias que nadie quería escuchar con un juego de bochas mediante, ó naipes, ó compartiendo algún trago, el tradicional ‘Porvenir’, emplazado casi en el centro, gozaba de ser el mas aristocrático y beneficiado por su lugar estratégico era el que mayor caudal de socios se llevaba, y era donde disfrutaban las familias en piscinas de verano y de quinchos con parrillas de invierno.
‘Club Atlético Unión y Progreso’ y ‘Apeadero Sur Junior’ eran los otros dos restantes, donde se practicaban todos los deportes y donde se daba la clásica rivalidad de todo pueblo, enfrentados a muerte la ciudad se dividía cincuenta y cincuenta y era la eterna competencia sin final.
Y lo que hacía uno hacía el otro, y lo que inventaba uno inventaba el otro, históricas fábulas se habían pasado de generación de generación pero claro, cada versión tenía los colores del club del cual se estuviera narrando, las cosas siempre sucedían de una manera, pero siempre había dos historias.

Juan María jugaba rugby en Unión y progreso, y si bien había empezado como un divertimento, pronto vieron sus condiciones y se terminó federando para competir en los torneos internos.
Y ahí es donde yo me entrometí, era muy pequeña aun, en mis primeros días de pubertad, cuando había tenido mi primera menstruación y empezaba a mirar a los chicos con otros ojos.
Cada vez que mi hermano salía a jugar esos tediosos partidos, yo me las arreglaba para colarme con él con cualquier excusa, para verlo jugar, ó para jugar con mis amigas, porque estaba aburrida, porque si, y siempre me salía con la mía, pero nadie imaginaba el verdadero motivo
Íntimamente yo miraba con ganas a los chicos que jugaban junto a Juan María, lógico, eran mínimo cinco años mayores que yo y yo ya estaba con mis hormonas alteradas, y si bien ellos jamás mirarían a una flaca patas de alambre como era, nada me impedía fantasear en mis pensamientos
Yo lo tenía todo planeado y después de la primera vez solo fui perfeccionando más y más mi secreto.

Yo solía esconderme en algún cubicle del vestuario de los chicos, cuando nadie prestaba atención me colaba con sigila y elegía mi bunker, donde nadie podía verme, donde todo lo podía ver.
Y siendo muy joven aun, me deleitaba espiándolos, viendo como se duchaban, como era un cuerpo de un hombre desnudo, sus pijas, moviéndose libremente de un lado a otro bajo el agua tibia de la ducha, como se las enjabonaban y como se las lavaban, era todo muy caliente y yo solo me masturbaba en secreto. Es cierto que en ocasiones estaba mas complicada y no podía ver, era solo escuchar y eso era también excitante, tocarme entre sus voces, usando ese idioma tan vulgar que usan los hombres, hablando de tetas, culos, conchas y coger, en una forma descarada y ordinaria, a tal punto que mi fijación mental era ser la puta desinhibida de todos ellos, aunque solo fuera la hija de la doctora Ortigoza

Con el tiempo, ese juego inocente se me hizo una profunda adicción y a pesar se tener novio, de tener sexo con él, ese rol paralelo de fisgona de chicos era un precioso secreto al que no podía renunciar, y ya siendo mujer era como demasiado, era como una maldita droga y me negaba a aceptar que necesitaba terapia, me gustaba espiar, ver lo prohibido, con el temor a flor de piel de ser descubierta, y con la adrenalina de ser la culpable de que todo el honor de la familia Ortigoza volara los los aires.
Fantaseaba mucho, demasiado, imaginando un descuido de mi parte y un sexo de animales, tenía muchos juguetes que me metía por todos lados solo idealizando esa situación, y los orgasmos que alcanzaba eran perfectos, aun mayores a los que tenía junto a mi novio de esos días

Poco después habría un cambio en la familia, jugando al rugby en una práctica, en un choque tonto Juan María se rompió la rodilla, y su suerte estuvo echada en ese mismo momento, se habían terminado sus días de jugador y sus sueños de llegar una día a Los Pumas – el seleccionado nacional – y el club Unión y Progreso se había perdido a su ‘chico estrella’
Para él fue un golpe bajo, muy bajo, pero logró reponerse y jamás se resignó a dejar las canchas, y en corto tiempo hizo la carrera de árbitro.

Todo sucedería en el momento menos pensado, yo estaba por cumplir veintitrés y ya había abandonado ese jueguito de pequeña, ya no me parecía tan loco, había madurado.
Ese domingo se daba el partido clásico entre ambos clubes, era solo un amistoso, y Juan María, mi hermano, sería el árbitro, claro, el ahora podía jurar imparcialidad en todos los idiomas pero todos en el pueblo recordaban su pasado muy ligado a Unión y Progreso y muy enfrentado a la gente de Apeadero Sur

Mis padres no querían saber nada con el hecho de que Juan María fuera el árbitro, aunque solo fuera un amistoso, los tiempos habían cambiado y poco a poco una escalada de violencia parecía haber invadido la ciudad, pero el solo se sonreía, con esa risa compradora, y decía que no había de que preocuparse, igual, mi hermano ya estaba bastante crecidito y tomaba sus propias decisiones

Esa tarde yo estaba en la tribuna, y la tensión se sentía en el ambiente, y poco a poco mi hermano fue centro de insultos, un fallo en contra a Unión y Progreso era tomado como una traición y cada fallo en contra a Apeadero Sur era tomado como su parcialidad para favorecer a su equipo de la juventud
Yo no dudaba de la honorabilidad de mi hermano, pero sin dudas, como mamá y papá le habían dicho, aceptar el arbitraje era una pésima idea, porque los únicos que no pueden ser imparciales, son justamente las aficiones de las tribunas que toman las cosas como temas de vida o muerte

Obviamente yo estaba en la tribuna de Unión y Progreso, y los enardecidos simpatizantes, no solo se la agarraron con Juan María, alguno me increpó a mi por ser su hermana y otro y otro mas, personas conocidas que alguna vez fueron desesperados a media noche a golpear la puerta de casa en busca de la doctora, y era todo muy mierda, muy injusto, pocos me defendieron y no pudieron hacer mucho ante la mayoría, así que solo decidí retirarme, dejar esa ridiculez que dividía al pueblo en dos, por un estúpido partido de rugby, si al otro día, la vida seguiría su curso y deberían convivir nuevamente.
Me fui a caminar por el club, alejándome del griterío, me llené los pulmones con la brisa de la primavera, y en un momento divisé el vestuario de los chicos, me mordí lo labios y sonreí en mis pecados recordando mis locuras de adolescente, por que no? una última vez? sería excitante

Y me dirigí a paso acelerado, las instalaciones habían sido remodeladas recientemente y lucía todo muy moderno, muy cambiado, muy aseado, y me acomodé convenientemente a esperar que terminara el encuentro, me aseguré de poder espiar como a mi me gustaba, dejé caer los breteles de mi solera para acomodar el sostén de lado, desnudando mis pechos, levanté la falda y me saque también la bombacha para tener mejor acceso a mi fuente de placer, y solo esperé el momento.
Cuando llegaron los muchachos de Apeadero Sur repiqueteando los tapones de sus botines en la fría cerámica, estaban embravecidos, como avispas a las que le habían derribado el panal, habían perdido por nada y discutían acaloradamente, algunos se increpaban mutuamente por alguna jugada desafortunada, otros le echaban la culpa a la fortuna, por ahí discutían la táctica utilizada y los menos deslizaban la nobleza de haber perdido contra un equipo superior, pero todos, todos coincidían en un punto, insultar al bastardo de Juan María, al árbitro.

Se dio una rara situación, estaba en medio de los rivales, me estaban tocando la sangre al ofender a mi hermano, y los odiaba por eso, pero también era mujer, las duchas se habían abierto y en medio del agua, del jabón, de la espuma que contrastaba con prendas transpiradas y embarradas dejadas por doquier, un puñado de viriles machos estaban desnudos a mis ojos, solo tenía que tomar la decisión
Simulé un descuido e hice ruido adrede para llamar la atención y que me descubrieran, cuando abrieron la puerta del cubicle volví a simular sorpresa y semi desnuda pedí una falsa clemencia

Mira quien está aqui! – dijo uno –
Vos no sos Valentina? la hija de la doctora Ortigoza? – siguió otro –
Si! seguro! es mas… esta puta de ojos claros es la hermana del bastardo de Juan María! – dijo un tercero –
Si… es ella! hizo la escuela primaria con mi hermana! – se escuchó por detrás –

A todo esto estaba rodeada, me habían quitado el vestido, me llevaban hacia las duchas y me manoseaban por todos lados, obviamente yo fingía sorpresa, me situaba en un rol de víctima, y pedía falsa clemencia, volvieron a la carga dialéctica

Así que a la putita le gusta andar de fisgona… – dijo uno –
Supongo que nunca estuviste con machos de verdad – siguió otro –
Te vamos a dar verga hasta que pidas perdón! – dijo un tercero –
Yo voy primero, soy el capitán! – se escuchó por detrás –

Un gordo morrudo pasó al frente, me tomó del brazo y me llevó sobre uno de los bancos, mis labios decían unos tenues ‘no… no… no…’ pero mi concha se empapaba en jugos por lo que vendría en breve

Solo me acomodó casi en cuatro y me la metió toda, bien profundo, empecé a gemir, a tocarme la conchita, a sentir esa rica verga penetrarme una y otra vez.
De pronto el se retiró y le dio paso a otro, un flaco vino a mi lado, a cogerme como el otro, se formaría una rica ronda, todos masturbándose en derredor, machos calientes, vergas duras, todas para una sola conchita, la mía.
Poco a poco me llené de orgasmos, era cumplir una fantasía de años y me encantaba sentir tantos hombres poseyéndome como animales, como una jauría de perros calientes se pelean por una perra en celo

Un rubio vino y me la quiso meter por el culo, intenté protestar, pero que diablos, en un par de intentos, en un par de negativas, en un par de forcejeos, su carne viril se hizo paso en mi agujerito trasero y que mierda, se sentía tan rico que no podía dejar de gritar, y como una vuelta de cervezas llegaría una vuelta de sexo anal para todos los presentes.

Te gusta puta! te gusta cierto? – me decían ellos –
Son unos abusadores… – replicaba yo solo para provocarlos – se aprovechan de una mujer indefensa…

El capitán, el gordo, el corpulento, me tomó de los cabellos y me llevó al piso, me dijo que caminara en cuatro patas, como una gata, como una perra, y yo sabía cuanto les excita esa situación a los chicos, así que saqué culo y me desplacé sensualmente meneando las caderas de lado a lado.
Volvió a tomarme y me levantó en el aire entre sus brazos, me llevó bajo una de las duchas, me tomó entre sus poderosos brazos y me balanceó en el aire mientras con mi mano agarré su sable para llevarlo a mi cueva.
Fue hermoso, las tibias gotas de agua pegaban en mi rostro, y rodaban por mi piel, mis pezones húmedos rozaban con su pecho tatuado, sus manos de macho me llenaban las nalgas y mientras me cogía me susurraba lo puta que era, y yo lo incitaba mas con esos gemidos y gritos que tanto enloquecen a lo hombres

Me bajo, uno de los chicos dijo

La perra grita demasiado, nos van a escuchar desde fuera…

Vino a mi lado con esos rollos de cinta gris con los que se sujetan las vendas y la medias, cortó un pedazo y lo pegó en mi boca, como si fuera la víctima de un secuestro, no alcancé a decir que no, ya me estaban cogiendo de nuevo.
Ahora sobre los bancos, tenia que cabalgar a uno, no lo vi venir, otro se acomodó y me la metió por detrás, creí que moriría en placer, era demasiado uno por un lado, otro por el otro, entrando y saliendo, quería gritar, de veras necesitaba hacerlo, pero la cinta me amordazaba la boca y todo lo que ponía hacer era respirar con todas mis fuerzas por las nariz, pero no era suficiente, creí que moriría en ese momento

Peor aun lo que vendría, me trataban como puta, me lo había ganado, alguien lo sugirió, me abrieron bien y me enterraron dos vergas al mismo tiempo en la conchita, me dieron duro, y me fue fantástico sentirlo, solo se llenaban de gozo viendo lo que me hacían, y como tuve dos pijas juntas en la concha, luego las tuve en el culo, malditos hombres, me estaban dando la cogida de mi vida.
Perdí la noción del tiempo, solo se que elegían a voluntad, un agujero u otro en forma indistinta, ya estaba tan dilatada por todos lados que nada podía ser suficiente. Miré a la distancia los pequeños vidriados opacos que dejaban pasar la luz del sol, y comprobé que se veían casi negros, había caído la noche, desde ese atardecer en el que todo había empezado, y la luz de los fluorescentes del vestuario habían tomado prioridad en el lugar

Juzgaron que era suficiente, un equipo de juego compacto que sigue las órdenes del capitán, permitieron que me retirara la cinta, y me cercaron, fui al piso rodeada de hermosas vergas que se masturbaban en derredor, y esperaba mi castigo final, masturbaba a una y a otra con mis manos, chupaba una, chupaba otra, chupaba dos juntas y los machos se peleaban por mi boca, y en mi terrible excitación no podía con tanto, y mi cabeza estaba rodeada de hermosa pijas. Entonces uno puso su glande apoyado en mi lengua y su melaza espesa empezó a llenarme, su sabor me encantó y mas me encantó ver a los ojos a esos chicos que disfrutaban como mi lengua hacía de tobogán para conducir el semen calentito a mi estómago

Otro me tomó por sorpresa, eyaculó con tanta fuerza que el disparo pegó muy fuerte en mi garganta, y solo logro que me ahogara y empezara a toser, pero el seguía acabando y lo hizo sobre mi rostro, y así solo siguieron uno hasta llenarme la boca en una mezcla eterna de sabores y olores a hombres, me sentí la mas puta del universo y ellos saciaron sus vergas en mi boca y en mi rostro, les dejé para siempre la imagen en sus pupilas de una gata tragando toda la lecha hasta que ya no quedó nada por hacer.
Cuando terminamos, ellos me ayudaron a levantarme, en forma muy de caballeros, me prestaron jabón y champú y me bañé entre ellos, como una más, como si todo fuera normal.
Sentía en mi boca ese sabor impregnado, mis agujeros estaban todos dilatados y mis pezones adoloridos de tantos pellizcos
Ya no estaban molestos, ya había pasado la bronca de la derrota, porque al final de la historia se habían llevado el mejor de los premios

Era tarde, al salir del vestuario las estrellas titilaban alumbrando el firmamento, una luna apenas creciente se marcaba arriba del horizonte como una delgada línea curva y amarillenta, una serenata de grillos incansables me acompañaron esas cuadras hasta tomar un taxi.

Sos la hija de la doctora Ortigoza, cierto? – tiró el taxista al verme por el espejo retrovisor –

Con una sonrisa improvisada y un gesto de mi cabeza le deje saber que estaba en lo cierto
Taxistas, se saben todas las historias de todas las personas de la ciudad, y solo parloteó sobre mamá hasta llegar a casa, yo solo respondía con monosílabos porque mis pensamientos aun estaba saboreando lo que terminaba de ocurrir

Mamá y papá estaban preocupados, mi hermano dijo

Donde diablos te metiste?

Y noté que no había respondido las llamadas y los mensajes a mi celular, volví a sonreír

Mañana les cuento, – respondí – estoy agotada, me voy a dormir…

Dejaré el final abierto…

Tal vez ellos jamás me descubrieron en ese cubicle, tal vez estuve agazapada en las sombras, con mis ojos indiscretos y mis dedos voraces, masturbándome a escondidas, imaginando demasiado en una historia que no me hubiera animado a vivir, pero que en mi loca cabeza funcionó a la perfección

O tal vez, lo sucedido corriera como un loco chimento de boca en boca, tal vez todo el pueblo se enterara y en una tarde destruyera el nombre Ortigoza y sería desterrada del seno de la familia, y tal vez ya nunca consiguiera un hombre que me amara, solo candidatos dispuestos a cogerse a la puta del pueblo.

Porque ya saben como es, pueblo chico, infierno grande…

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