¡Qué putas son las guerras!

Moscú, año 2022.

El presidente ruso Vladimir Putin jamás pensó que su ofensiva a Ucrania no sería un pasado militar. Sus fuentes le habían asegurado que la población ucraniana recibiría sus ejércitos con alabanzas, como sucede con los libertadores. Sin embargo, nada une tanto a una sociedad como un ataque extranjero, y todos los ucranianos, desde reservistas profesionales, hasta futbolistas que estaban jugando en ligas europeas regresaron a su hogar para combatir al enemigo. El tiempo pasaba, y desde Ucrania se frotaban las manos porque el conocido como ‘general Invierno’ estaba a punto de entrar en escena. Si aguantaban unos meses más, el clima cortaría las carreteras y los pesados tanques acorazados rusos no podrían avanzar. Además, la ayuda enviada por los países occidentales había regulado la inferioridad de las tropas de Zelenski, y el ejército ucraniano estaba recuperando el terreno perdido con una facilidad inesperada.
– ¡No puedo esperar más! Rugía el presidente ruso Vladimir Putin desde su imponente palacio del Kremlin. Pondré en marcha una movilización general y enviaré hasta mi último hombre a luchar contra esa basura de ucranianos. En la humilde casa de Andrey, un sencillo jornalero, jamás habían pensado que recibirían una orden de alistamiento. “Yo jamás he utilizado un arma, no sabría hacerlo, tendrían que adiestrarme, y eso les haría perder un tiempo fundamental. No les merecería la pena”, repetía como un mantra continuamente a su esposa, Sonia, y a sus bellísimas hijas, Irina y Anastasia, que acababan de cumplir veinte años y solo pensaban en divertirse con sus amigas.
Sus peores pesadillas se convirtieron en realidad cuando llamaron a su puerta, y escucharon la desagradable voz de Dimitry, un curtido coronel del Ejército ruso que había sido asignado para reclutar hombres, aunque en realidad sería más justo utilizar la definición de ‘carne de cañón’, ya que este nuevo ejército de reclutas tenía la misión de conquistar ciudades por ‘aplastamiento’, es decir, enviar nutridas columnas de soldados para que desgastaran las defensas ucranianas, sabiendo que la mayor parte moriría inmediatamente para facilitar la llegada de las escuadras más profesionales y entrenadas.

– ¡No podéis llevaros a Andrey! Exigió Sonia ante los duros ojos de Dimitri, su trabajo en la granja es nuestra única fuente de alimento, y sin él moriremos.

Dimitri sonrió torvamente mientras observaba los cuerpos de las mujeres que habitaban esa humilde pocilga. No era la primera vez que había realizado estas misiones de reclutamiento, y era muy consciente de lo que estaba a punto de suceder, pensaba mientras su miembro viril se endurecía dentro de su pantalón.

– “En realidad, podría declarar que sufre una Endometriosis incapacitante, por lo que sería exento de alistarse, pero no se me ocurre ninguna razón para arriesgar mi puesto por una basura como este hombre.
A Irina y Anastasia también les brillaron los ojos, se les había ocurrido una idea, una idea que no se creían capaces de realizar… hasta ese momento.

– Tal vez, si se relajara un poco, vería las cosas de otra manera, afirmó Anastasia mientras jugueteaba con su pezón izquierdo, que no tardó en marcarse sobre su ajustada camiseta blanca. Su hermana, Irina, captó muy rápido la idea que había cruzado la mente de su hermana, y se acercó a ella para abrazarla, al mismo tiempo que le daba un dulce beso lésbico.
– ¡vaya! Creo que no sois tan idiotas como pareceis, afirmó Dimitri intentando realizar un comentario ingenioso.

No había terminado de decir estas palabras, cuando Anastasia se desprendió de su camiseta blanca, dejando a la vista un sujetador que a duras penas podía contener sus firmes pechos.

– ¿Por qué no pasáis a mi habitación, allí tenemos la cama más grande y estaréis más cómodos? Sugirió Sonia.

A Dimitri no hizo falta que se lo repitieran. Se desplazó hasta la habitación que le indicaba Sonia, y se sentó en la cama. Anastasia e Irina no tardaron en seguirle, aunque permanecieron inmóviles esperando recibir las órdenes de Dimitri.

– “Tú, la de las tetazas, arrodíllate en frente de mí, Anastasia no tardó en obedecer.

Dimitri recorrió con s vista la habitación hasta que encontró lo que buscaba, una lámpara de aceite.

– Irina, dale esa lámpara a tu hermana. Anastasia cogió la lámpara sin saber qué hacer con ella.
– ¡echa un poco de aceite en tus manos, y úntalo en tus pechos, ¡necesito que resbalen un poco! Como una autómata, Anastasia obedeció repartiendo el aceite por su llamativo torso. Una vez realizada esta operación, se arrodilló ante Dimitri.
– ¡Buena chica! Ahora quiero que coloques mi polla entre tus pechos y los frotes con las manos. Lo cierto es que Dimitri no podía sospechar que los pechos de Anastasia fueran tan suaves, él solo había conocido a mujeres con pechos de ese tamaño en los prostíbulos de Donetsk, donde prácticamente todas las prostitutas tenía los pechos operados. Los senos de Anastasia, sin embargo, eran elásticos.

Anastasia jamás lo hubiera reconocido, pero su sexo comenzó a lubricarse al ver como el abultado capullo rojo de Dimitri se acercaba su delicado rostro cada vez más hinchado. El militar no pudo resistir más y eyaculó una gran cantidad de semen sobre el dulce rostro de Anastasia.
– Irina, haz el favor de limpiar la cara a tu hermana, es demasiado atractiva para tenerla llena de leche.

Lo que Dimitri no se hubiera esperado jamás es que Irina recogiera con sus dedos los ríos de esperma que recorrían los pechos de su hermana y se los llevara a la boca. Dimitri no se lo podía creer, estas ucranianas eran dos auténticas ninfómanas.

– Lo estáis haciendo muy bien, pero no creo que seáis tan idiotas como para pensar que con una sola corrida vais a salvar a vuestro padre, limpiaos un poco y regresad, que tengo que probar el resto de vuestros agujeros.

Ambas obedecieron, y cuando regresaron, perfectamente aseadas, Dimitri ordenó a Irina que se tumbara en la cama boca arriba mirando hacia el techo. A Anastasia la mandó tumbarse sobre su hermana, colocando su rostro sobre su sexo.

Ahora, el panorama que Dimitri contemplaba eran los sexos de ambas hermanas totalmente lubricados.

– ¿Sois vírgenes? Preguntó rudamente.
– ¡Sí, sollozaron ambas.
– Pues yo os tengo que penetrar, y si no puede ser por el sexo será por otro lugar.

Las jóvenes no entendieron nada, ¿qué otro lugar era ese? Ellas solo tenían un lugar, su sexo.

No tardaron demasiado en conocer la respuesta, Dimitri había vuelto a coger el lubricante y lo introducía en su ano.

– “¡Nooo! Chilló Anastasia, al sentir como algo realmente duro y firme trataba de introducirse por un orificio que no estaba preparado para una incursión de ese tipo.

Dimitri tuvo que emplearse a fondo, el culo de Anastasia, aunque parecía esculpido en mármol, era muy estrecho, pero lejos de desanimarse, cogió la rubia melena de Anastasia para impulsarse, mientras con sus manos azotaba el dolorido culo de la joven rusa. Una última perversa idea cruzó su mente, y no tardó en ordenar a Irina que lamiera su ano al mismo tiempo que sodomizaba a su hermana.

A esas alturas, ambas jóvenes se habían cansado de resistirse, y obedecían como dos autómatas cualquier perversa orden del oficial ruso.

Si el Paraíso existe, no puede ser mejor que esto, fue lo último que pensó Dimitri mientras eyaculaba en el interior de Anastasia.

Dimitri se vistió contemplando los desnudos cuerpos de las exhaustas jóvenes y salió de la estancia con una sonrisa de profunda satisfacción en los labios

Ahora, al igual que una fiera satisfecha, Dimitri consideró que su misión había terminado. Se vistió, cogió su arma reglamentaria y se dispuso a salir.

– “Tienes una familia muy fiel, Dimitri, deberías estar orgulloso de ella, fue lo último que escuchó el humilde jornalero al ver como el oficial salía por la puerta.

¿FIN?

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