Relatos Eroticos Con Fotos

Mi noche favorita Con papá

Escribo para gritar mi felicidad, porque lo que sucedió me supera. A pesar de todo, tengo una familia hermosa que me apoya y amo.

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Escribo porque lo que sucedió realmente me supera y me hace tan feliz que quiero gritarlo. Mi nombre es Lola, tengo 26 años. Debo comenzar diciendo que vengo de una familia muy linda, a pesar de que mis padres se divorciaron hace 11 años. Mis padres se llevan muy bien, pero sintieron que ya no había la chispa de antes y decidieron separarse. Cuando eso pasó, me fui a vivir con mamá y mi hermano mayor decidió quedarse con papá. Viví con mi madre hasta los 23 años. Mamá es hermosa y después de mucho tiempo, encontró nuevamente el amor. Yo la animé a continuar con eso, así que de una semana a otra decidió irse a vivir con su pareja en otro estado. Yo estaba muy feliz porque tengo una relación maravillosa con mi hermano y mi papá, así que ir a visitarlos todos los días o quedarme a vivir con ellos sería genial.

Mi papá es un hombre muy guapo. Mi madre siempre decía que estaba rodeado de mujeres. Es alto, su cabello rubio aún no tiene canas a pesar de tener 49 años y su estado físico es como el de un atleta. Es dueño de un gimnasio y personal trainer, así que podrán imaginarse lo bien que se ve. No quiero dejar de lado a mi hermano, que es lindo y todo, pero no le llega ni a los talones a mi padre, aún siendo un hombre mucho más joven.

En cuanto a mí, debo decir y remarcar que tengo un cuerpo muy bien formado. Soy voluptuosa naturalmente, con pechos realmente grandes, una cintura pequeña, una cola de fit girl y piernas largas. Tengo cabello rubio rojizo, ojos verdes como mamá y una tez pálida.

Vamos a lo que vinimos jajaja… Ya mencioné que empecé a quedarme en casa de papá. Era difícil vivir con dos hombres solteros, salir con ellos a la calle y recibir miradas de otros. Los volvía realmente locos, y me pasaba lo mismo cuando alguna mujer intentaba seducir a papá y solo a él. Desde los 17 años empecé a sentir que papá era el tipo de hombre perfecto y que si en algún momento tenía un novio o esposo, quería que fuera como él. Luego esos pensamientos se transformaron en deseo sexual y fantasías, pero creí que no durarían mucho, que al madurar me olvidaría de todo eso. Sin embargo, sentía que empezaba a enamorarme y a desearlo más con el paso de los años. Realmente lo controlaba muy bien, pero moría de celos cuando lo veía con otra mujer. Debía empezar a acostumbrarme, dado que en el gimnasio papá tenía muchas clientas bellas, jóvenes y muy interesadas en él. A pesar de que no era fácil atraparlo, de vez en cuando tenía una noche salvaje con alguna.

Recuerdo muy bien que una semana mi hermano viajó a ver a mamá, y papá y yo nos quedamos solitos. Decidí disfrutar de nuestra semana juntos para ponernos al día. Sin segundas intenciones, realmente no tenía planes de que pasara algo. Todo sucedió solo. Esos días estuve trabajando con él en el gimnasio, veía cómo las mujeres lo miraban y susurraban sin darse cuenta de que yo era su hija y que podía escucharlas. “Qué hombre, mira eso, es tan sexy. ¿Cómo puede estar solo un hombre como ese? Lo dejaría hacerme todo lo que quisiera”, su comentario me sacó tanto de quicio que me acerqué y le dije: “Él ya tiene alguien que le ofrece todo eso y más”. No pude contenerme. Ellas, muy curiosas, preguntaron quién era esa persona, a lo que respondí: “Yo”. Solo me miraron sin hacer comentario.

A la hora de salir, las mismas mujeres se acercaron a coquetearle. “Pensábamos en salir por un trago e invitarte, si quieres venir”. “Lo lamento señoritas, hoy tengo planes con mi…” y antes de que pudiera terminar de hablar, me acerqué y dije: “Conmigo, tu novia. ¿Verdad, mi amor? Lo siento chicas, tenemos planeada una cena en casa y luego pasar toda la noche juntos”. Solo me miraron y se fueron. Papá contenía su risa. “¿Estás celosa, bebé?”, me miró y frunció el ceño. “No pensaba ir a ningún lado, preciosa. Tengo planes con mi novia esta noche. Creo que la conoces, es muy bella, sexy y tiene tu edad”. Me guiñó un ojo y se rió. Sabía que estaba bromeando, pero sentí que también lo decía en serio. Solo seguí el juego. “Vamos a casa”.

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