Madura y sabrosa
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Como les contaba El me disfrutaba, yo solo dejaba que me disfrutara, así lo había pensado. Se incorporó, tomó un condón de uno de los cajones de la mesa de noche, yo permanecí recostada sobre mi espalda, de rodillas se colocó en medio de mis piernas, me las abrió, apuntó su miembro turgente directo a mi hendidura, me lo acercó ansioso por estar dentro de mí.
Mi panocha mojada y caliente estaba lista, los besos y caricias en mi pubis habían hecho su efecto lubricante. Con una de sus manos acomodó la cabeza de su pene en la entrada de mi rajita, la frotó alrededor de mis labios vaginales, frotaba mi montecito peludo, mojaba su miembro con mis jugos mientras me besaba con lujuria, luego empujó un poco y suavemente para abrirme los labios exteriores con su verga, la sentí caliente y muy dura, como me gustan, me acomodé para recibirla toda. Empezó a penetrarme suavemente primero y luego me la empujó hasta dentro, me la dejó ir toda hasta el fondo y continuó así frenéticamente, me gozó hasta que se vino.
Jadeante aún, como si estuviera en estado de éxtasis, se retiró el condón usado y parte de su líquido seminal me salpicó alrededor de las ingles, algunas gotas blancas de su leche contrastaban con el vello castaño de mi panocha que segregaba líquidos de placer también, se recostó a mi lado por unos minutos; en cuanto recobró energías se volteó para acariciarme las nalgas y los senos; froté su pene que se puso duro y erecto al contacto de mi mis manos, lo apreté y lo masturbe un par de minutos, no aguante más y lo engullí con mi boca y lo moje con mis labios; mame esa verga grande y venosa, que era nueva para mí, me trague algunas gotas de su leche qué aún quedaban, acaricie el glande con mi lengua, recorrí todo el tronco, me la comí completa con mi boca, lamí sus huevos para ponerlo más excitado aún.
Hugo quería metérmela otra vez y disfrutar de mi trasero, me tomó de la cintura y me levantó para voltearme boca abajo, me empinó, me puso de nalgas, me las acarició, me las amasó, me las besó ávidamente, con arrebatamiento, como si temiera que me fuera a ir de su lado apenas me soltara. Frotaba su verga gruesa. Con sus manos me tomaba de la cintura y me jalaba hacía él, yo empinada y él hincado atrás de mí; nos sincronizamos en movimientos contrarios: yo hacia atrás para repegarle mi grupa voluminosa y él hacia adelante para dejármela ir toda hasta el fondo de mi bizcochito; el ritmo y frenesí de los constantes contactos de mis nalgas contra su cuerpo hicieron su efecto y llegó su segunda venida de la noche, derramó su semen sobre mis nalgas, aún con la verga dura me la metió nuevamente para dejar gran parte de su leche en mi interior.
Terminamos de coger. –Me tengo que ir -le argumenté. Me levanté para ir a ducharme, me detuvo tomándome del brazo, acarició mis piernas y mis nalgas, él acostado y yo sentada al filo de la cama. -Que piel tan suave –comentó-, solo agradecí el halago con una sonrisa.
Segura de mí, le ofrecí a Hugo un último espectáculo de mi cuerpo, caminé desnuda hacia el baño, al ponerme de pie sentí su semen, me salía de mi hendidura, escurría sobre los pelos de mi panocha de puta recién cogida, tibio y lechoso aún, mezclado con mis jugos vaginales, marcando caminos de descenso por la parte interior de mis muslos. Caminé con parsimonia, contoneando mis nalgas para dejar mi impronta en sus vivencias, para que disfrutara nuevamente con los ojos el cuerpo que había poseído y a la mujer que se le había entregado por primera vez.
Antes de ducharme, me tome unas fotos y se las mande a mi esposo por el teléfono móvil, poniéndome frente al espejo le mostré todo mi cuerpo completo desnudo, mi cabello revuelto y unas cuantas fotos de acercamientos a mis senos y mis nalgas, pero las que más le gustaron fueron las de mi vagina recién cogida y escurriendo leche de otro que me acababa de meter toda la verga.
Me transformé en prostituta, suena decente y limitado, mejor dicho, me transformé en puta y no en el significado de esa palabra sino en su significante vivo, mi fantasía se hizo realidad. Acabo de vivir momentos de seducción, de desenfreno y lujuria sin óbice alguno, libertad total para mí y mis personalidades camaleónicas. ¿Cuándo empieza una infidelidad? Cuando una mujer empieza a pensar en otro hombre, cuando entra al juego de seducción o ¿Cuándo da las nalgas como lo hice esta noche?

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2 Comentarios
  1. Todo una ninfa , de maravillosas curvas

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  2. Con cuerpo sensual y mente excitante. Esta continuación me puso caliente… ¿hay más?

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