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Mujer casada en chat erótico

Maneras de mujer casada de llegar al chat erótico

Preludio
Ok, lo voy a contar… Así fue el comienzo esta aventura de chat aunque sea casada .
Lo conocí de la manera menos pensada. Al principio la intención era sólo hacer una prueba, una investigación, como decidí llamarla.
No me sentía nada bien. Por ese entones, mi vida había empezado a desmoronarse bajo mis pies sin que supiera qué hacer. Las escenas caóticas que me rodeaban, pasaban frente a mis ojos horrorizados, dejándome inmóvil, sin rumbo, como aquellas ciudades que han atravesado la devastación de una guerra sin sentido. Así, en un acto casi de desesperación por tratar de entender por qué pasan algunas cosas, fue que mi destino tropezó con él… confieso que algunas veces me gusta pensar que era nuestro destino encontrarnos, entre los vericuetos de cada realidad. Pavadas mías.
Ahí estaba yo, con mi pobre imagen arrastrada por el piso, buscando cómo salir de esa confusión espantosa. Atormentada, en un torbellino angustiante, dando “manotazos de ahogado”. Pero caer no era una opción; deshecha por dentro… por fuera intacta.
Creo que, como intento desesperado por hacer “algo” que me sacara de ese lugar donde estaba, me vinieron a la mente las divertidas anécdotas de una de mis amigas; amigas de esas que sólo algunos pocos en este mundo podemos llegar a encontrar, supo sobrevivir a una situación en parte similar a la mía, escapándose virtualmente.
Ella solía entrar de vez en cuando a las salas de chat por internet, cosa que aclaro, siempre me pareció una estupidez mayúscula… ¿Quién podría hacer esto además de mi alocada amiga? Sí, justamente yo.
Intuitivamente, busqué a escondidas, como una niña que está consciente de la falta a cometer. No fue difícil después de todo, parece que hay mucha más gente desesperada por ahí, o simplemente aburrida, en busca de alguna aventura que transforme lo cotidiano en algo menos rutinario; otros también, quizá busquen un poco de consuelo o migajas de afecto… qué sé yo!
Ya estaba ahí, en una vorágine de charlas sin sentido con un puñado de desconocidos. ¡Por Dios!!! tenía razón…qué estupidez! lo estaba comprobado.

Sí, justamente yo.Intuitivamente, busqué a escondidas, como una niña que está consciente de la falta a cometer.

Las conversaciones eran tan banales, vulgares, irrelevantes al extremo…”¿qué hago acá?” la frase sonaba como un mantra dentro de mí, a lo cual me respondía “estás investigando el comportamiento primitivo del género masculino”. En el fondo, estaba tratando de entender por qué mi marido había sido capaz de engañarme con otra mujer, mientras yo creía que teníamos la familia ideal, con perro y gato incluidos.
En eso estaba, ya desanimada con tanta trivialidad, cuando él me dijo la bendita palabra que me llevó a seguir un rato más ahí: HOLA…
Sí, en él esa palabra tiene mil significados, claro que en ese momento aún no lo sabía, pero tengo intuición.
La conversación fluyó, simplemente tenía sentido. Después del “hola” bastaron un par de palabras más para seguir dándole crédito a mi intuición y pensé que había encontrado alguien diferente. Tenía buena vibra, según mi sexto sentido; decidí darme la posibilidad de conocer un poquito más de éste, hasta entonces, enigmático hombre.
Así fue el inicio, hablamos poco tiempo por chat, escasos minutos diría. Recuerdo que me contó que venía de andar en bici (sí… una pavada, pero a mí eso me dio la idea de que podía mantener un diálogo más interesante, y despegarme de todos esos pegajosos que sólo sabían preguntar qué llevaba puesto, qué medidas tenía, cómo era mi tanguita o cosas por el estilo ¡Me ponían furiosa! Pero por lo menos me hacían salir de mis sombras un ratito, aunque fuera por estúpidos). Enseguida me preguntó si tenía interés en que siguiéramos charlando fuera de esa sala virtual. Lo pensé un instante, no tenía experiencia en estas cosas, podría estar hablando con un maníaco, un depravado, un delincuente…o simplemente con él (el enigmático interesante… jaja). Mi apuesta fue buena, y durante una semana, usamos una cuenta de correo para comunicarnos.
Había algo en este hombre que lo hacía muy interesante, aunque en ocasiones me crispaba la paciencia con algunas salidas que me ponían claramente muy incómoda. Me refiero, por ejemplo, al hecho concreto de ser sorprendida con un par de imágenes pornográficas que describían algunos de sus atributos. ¿Mi primera reacción? por poco lo mando al lugar más recóndito a puro insultos, pero no es mi estilo… luego del impacto pensé, “deben ser los códigos que maneja”, después de todo, no sabía nada de él y no tenía que tomarlo a título personal, en todo caso, era así. Yo tenía la posibilidad de seguir o no. Y seguí…
Creo que dio algunas vueltas antes de mandar sus “ilustraciones”, me parece que algo debió haber dudado en compartirlas conmigo. Tengo la certeza de que yo le parecía una rareza. Igual las mandó (supongo que su gran ego hizo que no pudiera soportar la tentación de provocarme), me sorprendí (por su acción, no por la imagen… Bueno, la imagen causó algo más que sorpresa), también me enojé, porque era la primera vez que me pasaba algo así y en realidad no sabía qué hacer. Después me dio curiosidad y ahora me divierte todo eso.

Yo tenía la posibilidad de seguir o no. Y seguí…

Me acuerdo que pensé “¿y éste qué se cree?, mujeriego fanfarrón… me está tratando como si fuera una de esas trolas con las que debe andar revolcándose por ahí”. Bueno, eso pensé, ni siquiera sabía cómo era.
Los mails resultaban un tanto obsoletos, aunque creo que pocas veces me generaba tanto sobresalto recibir uno. Igualmente, mi cautela nunca me abandona. Creo que también le pareció que perdíamos conectividad en la charla usando este modo. Fue ahí, cuando me sugirió pasar a conversar por WhatsApp. Accedí, tras una breve instancia de reflexión. Pensé que debía moverme con mucho cuidado ante este cazador de novatas, como yo. Y WhatsApp es el caldo de cultivo perfecto para esto. Si mal no recuerdo, una de sus primeras palabras fueros algo así: “me gusta tenerte por acá” refiriéndose a la app, pero no dejaba de mostrar un lado un tanto posesivo. La verdad, creo que en el fondo algo me gustó, ahora que lo veo en retrospectiva.
El tema es, que este señor que a mí me parecía tan interesante, también me descolocaba un poco ¿Cómo podía interesarme alguien que me confesó de inicio que estaba casado y era “un poco
infiel”? pero era justamente lo que necesitaba para mi trabajo de campo, el patrón respondía al de mi marido. ¡Pero eso de “un poco”! se es infiel o no, no hay otro escalafón. Creo que hasta me hizo reír, y fue justamente lo que me impulsó a seguir, de cualquier manera, sólo era mi ratón de laboratorio.
Sus historias no eran profundas, tenía un par de serviciales doncellas que paseaban por alguna cama clandestina, mientras su imagen profesional y familiar se conservaban intactas al parecer. Me resultó un tanto promiscuo, aclaro que cualquier cosa similar a mis ojos se ve así (o se veía); el caso es que era justo lo que necesitaba, salvo por un pequeño detalle: el tipo estaba bueno, y eso resultaba inconveniente para una investigación objetiva, pero seguramente yo podía con eso. Estaba clarísima mi intención y la de él, no contaba.
A consecuencia de mis decepciones y los golpes inesperados, aprendí a resguardar muy bien mis emociones, mis sentimientos y mis reacciones. Eso, sin duda, me iba a ayudar para lidiar con la inminente atracción que me generaba mi objeto de investigación. Al menos eso creí por algún tiempo.
Las conversaciones fueron en su mayoría, muy inquietantes. Yo ahí, siempre a la defensiva tratando de no olvidar que estaba en una tarea científica, no podía caer por descuido en las garras de este depredador que… era un poco infiel.
Por extraño que parezca, agradecí el hecho de contarme lo de sus infidelidades. Ahora que lo pienso, no sé por qué lo hizo. En otro momento de mi vida, no me hubiera gustado esa actitud, aunque paradójicamente, era el perfil del sujeto que necesitaba para mi investigación. Al principio me dio la sensación de que alardeaba de esas hazañas, pero preferí no hacer ningún juicio de valor al respecto; debía mantener mi objetividad.
Le pregunté por qué lo hacía, la primera respuesta fue que un tucumano medio borracho, alguna vez le dijo algo que, al parecer le resultó clarificador: “a uno le gustan todas las mujeres, menos la propia”. La frase resultaba básica, yo quería saber si esa hipótesis era sustentable. De ser así sería lamentable.
Sin darme cuenta, de a poquito, fui perdiendo el rumbo de mi investigación, y aquel objeto de estudio se transformó en mi objeto de deseo. Estaba perdida… aunque seguía tratando de convencerme de que no era así, porque después de todo, ¡para qué engancharme con alguien así! resultaba un poco platónico en todo caso. Además era casi todo lo que nunca quise.
¡Fue su culpa!! No hay dudas. Y la mía, por flaquear ante sus artimañas. Recuerdo la siesta en que le mandé una secuencia de fotos animadas, siempre pide fotos, pero esta vez le causó un ligero “accidente” en su ropa interior…qué problema, justo que su esposa pasaba a buscarlo. Bueno, como sea…también insistió una noche, hasta que logró mi primer “desnudo artístico”, di miles de vueltas hasta acceder a su insistente petición. Parecía desbordado, supongo que también puedo provocarle cierta inquietud.
Me cautivó su manera de expresarse, su inteligencia, sus respuestas. También me hacía reír, y eso es muy valioso para mí. Y su voz… su voz me embelesó, aquella primera vez que me envió un

Me cautivó su manera de expresarse, su inteligencia, sus respuestas.

audio de WhatsApp; dijo que esa acción no era habitual en él, y lo sentí especial para mí. No sé en qué momento permití que se convirtiera en artífice de mi cambio. Supongo que la atracción que ejerce en mí, obnubila por momentos mi mirada racional. Nunca estuvo en mis planes que así sucediera. Sabía que no podía pretender nada de él, por varios motivos. Entre ellos, uno muy importante que aún no mencioné, hay unos 700 km entre los dos. Además… era casado, un poco infiel; ya tenía mi buena dosis al respecto. Pero debía seguir investigando…
Varias veces me habló de sus relaciones furtivas. Lo que menos entendí siempre, es por qué nada lo completa. Está casado hace años, tiene más de una amante (o lo que sean), y sigue buscando… ¿dónde radica su falencia? Aún hoy no lo entiendo, sólo sé que él es así. A veces pienso que tal vez amó mucho a alguien, que no supo valorarlo o no respondió como él esperaba. Bueno, como sea, esas son ideas mías. Sabrá él… no, creo que no sabe. Bueno, da igual al fin, porque no lo entiendo. Sé que no es mi tema, pero tengo la odiosa costumbre de pretender entender todo.
Fue mi iniciador en este camino de las relaciones clandestinas, aunque todo era solo virtual, una novata dejándose llevar por este experto en la materia. Así lo veo yo, según él, sigue siendo experimental. Tal vez fue lo mejor que me pudo pasar, porque al menos en este tema, no me mentía o yo decidí creerle… como sea, vale.
Los juegos virtuales eran muy intensos por momentos, me aceleraban el pulso más de una vez, progresivamente mis tabúes iban cayendo y subía la apuesta. Me gustaba que le gustara lo que podía darle, aun sabiendo que no era la única que se lo podía ofrecer, pero ese es su tema, no el mío. Además, algo debía interesarle también; digo, teniendo otros bocadillos a mano, tal vez le resultaba atractiva por inalcanzable, como ese sabor tentador que nunca iba a probar. Supongo que me pasaba algo parecido. Yo disfrutaba de esos juegos, cada vez más… todo tan sexual, sin ninguna necesidad de nada más.
Era todo muy intenso y confuso también. Jugaba conmigo a vencer mis límites, al tiempo que me contaba de sus encuentros prohibidos. Él no entendía por qué no me inmutaban sus relatos, creo que lo de mi investigación no lo tenía en cuenta. Hasta que una vez me contó que su partenaire estaba con “problemas” lo cual hacía vislumbrar una inminente ruptura… ¡qué pena! Jaja. ¿Qué pretendía…consuelo? No… No estoy para eso. ¡¡Eso sí me molestó, además justo yo estaba teniendo una situación familiar compleja y este tipo me sale con tremenda pavada!! (Para mí lo era en ese entonces). Como mínimo, resultaba un comentario desatento para conmigo. Recuerdo que pensé “arreglatelas solito, querido”. ¿Qué soy yo, un premio consuelo? Ni que lo sueñe…
Al tiempo me dio casi pena, ternura, o la mezcla de ambas. Y no sé por qué. Después me olvidé del incidente o le quité toda importancia. Prefería tomar lo bueno de la historia, estaba claro con qué clase de hombre andaba lidiando. Hasta me envío fotos de sus conquistas… ¡increíble descaro!
Con todo, agradezco haberlo conocido. Me presentó una mirada diferente sobre muchos temas, en muchos sentidos me liberó, me hizo sentir que podía ser yo misma, y ya no me importaba un comino que fuera un casado infiel. De igual manera, “lo nuestro” sólo existía de manera virtual.

Los juegos virtuales eran muy intensos por momentos, me aceleraban el pulso más de una vez, progresivamente mis tabúes iban cayendo y subía la apuesta.

Así pasaron los días, y los meses… con algunas pausas, pero nunca decayó mi encanto por él. Debería preguntarle por qué seguía escribiéndome, aunque tiene la odiosa costumbre de
evadirme cuando no quiere responder algo, y creo que piensa que no me doy cuenta. Lindo… a veces es como un niño caprichoso, dan ganas a abrazarlo fuerte, y de ponerlo en penitencia también.
Así comenzó esta historia…nuestra historia

Continua en el próximo capítulo.

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