Relatos Eroticos Con Fotos

La Rifa

Virtudes? me considero inteligente, bonita, atractiva, excelente en la cama, complaciente con el sexo opuesto, muy buena con las matemáticas y en consecuencia, muy buena con el dinero y con los negocios

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Virtudes? me considero inteligente, bonita, atractiva, excelente en la cama, complaciente con el sexo opuesto, muy buena con las matemáticas y en consecuencia, muy buena con el dinero y con los negocios
Defectos? egocéntrica, narcisista, creída, holgazana y muy acomplejada por el tamaño diminuto de mis pechos, de carácter complicado, de explotar con facilidad por cualquier motivo
Dejo a consideración de quien lee, tomar el hecho de que me guste demasiado la verga sea una virtud o un defecto

Vengo de una familia con una relación complicada, de enfrentamientos eternos con mis padres, con ambos. Yo era una tonta adolescente, no me gustaba estudiar, había repetido año, tampoco quería trabajar, ni siquiera en los quehaceres domésticos, solo me interesaba perder el tiempo tirada en la cama escuchando música.
Y mientras los chicos y chicas de mi edad estaban ya en proyectos de una vida futura, yo solo andaba de putita, besando a uno y a otro, por acá y por allá, enredándome entre sábanas y sin pensarlo me hice una adicta al sexo opuesto, y empecé con algún pequeño obsequio y terminé cobrando por lo que hacía

Así, en esos locos primeros años tuve muchos chicos de encuentros casuales y por dinero, no era la típica puta que estaba parada en una esquina por clientes casuales, no, mi nombre estaba de boca en boca de conocidos y siempre busqué esos encuentros de clientes por así decirlo.
Hice buena plata, no voy a negarlo, me permitía vivir bien, comprarme las ropas que a mí me gustaban y poder pagar el alquiler del departamento de un ambiente de calle Florida. No me avergüenza decirlo, mientras mis pares de años anteriores se ganaban el dinero con su cabeza, o con sus manos, yo me lo ganaba con el sudor de mi entrepierna y tal vez lo único doloroso fuera ganarme el destierro eterno de la casa de mis padres.

Y así también me involucraría sentimentalmente con el único hombre al que le entregué mi corazón, Feliciano, y casualmente él no era uno más de mis clientes.
En esos días él trabajaba en una farmacia pequeña que estaba retirada en una galería del barrio, yo siempre iba a ese lugar por la discreción que me daba la ubicación, y el era el único empleado y con quien yo hablaba, ya que el dueño era un viejo ermitaño de mal carácter.
El chico era un rebelde, de cabellos desprolijos y hasta parecía un tanto abandonado, incumplidor con los horarios, un tanto irresponsable y honestamente no entendía como podía trabajar en ese sitio en el que no cuajaba.
Era simpático, siempre me daba charla y siempre me sacaba una sonrisa, aun en mis peores días.

A él le llamaba la atención que fuera siempre por el mismo motivo, a comprar preservativos, en una cantidad anormal y me reía por dentro de lo que él pensara de mí, seguro imaginaba que era una ninfómana. Y no era solo eso, también compraba lubricantes, geles íntimos y toda cosa que él tuviera en estantería para uso íntimo
Con el correr del tiempo, y ya con más con más confianza, Luciano supo a que me dedicaba y entendió el motivo, así que él sabía todo sobre mi pasado, me conoció como era y no le importó en la forma en que me ganaba la vida.
Y solo se hizo habitual que me preguntara como andaban mis cosas, mi vida, como me trataban mis casuales clientes y sin darnos cuenta empezamos a salir y terminamos en la cama, como amantes.
Me cogió muy rico y me sentí bien en sus brazos, me trató como a una mujer y no me hizo sentir una puta, a pesar de mi vida, y que lo podría haber hecho, Luciano había pasado la prueba de fuego y asumí que me estaba enamorando de ese hombre

En poco tiempo el perdería su empleo, era obvio que sucedería tarde o temprano, estar todo el día prisionero detrás de un mostrador no era lo suyo, no era un pájaro que pudiera sobrevivir enjaulado.
Y se dedicó a lo suyo, a lo que le gustaba, una vida de tatuajes, músculos y motos, amaba las motocicletas y sabía mucho de mecánica así que se armó de una clientela a quien reparar sus monstruos de dos ruedas
Yo seguía con lo mío, no lo ocultábamos, todos lo sabían y a él no le molestaba en absoluto, sus monedas y las mías pagaban nuestras necesidades.

El cruce de Teodoro en mi vida sería solo por azar, situación típica, caminaba por la acera demasiado concentrada en mi celular, sin reparar que llegaba a la esquina y debía cruzar la calle, la estridente frenada del coche me sobresaltó y en un segundo me había golpeado en las piernas y me había hecho caer al piso, para golpear con fuerza mi cadera. No fue nada, pero quedé muy adolorida y en minutos se llenó el lugar de curiosos, el viejo Teodoro, quien conducía el coche parecía asustado, se había aflojado el nudo de la corbata y había soltado un par de botones de su camisa sudada, no sabía cómo pedirme disculpas a pesar que la culpa había sido solo mía.
Solo había sido un susto, sin embargo el viejo insistió en llevarme hasta un hospital para que me revisaran.
Con un poco de ayuda subí a su lado en el coche y con un poco más de tranquilidad pude ver en ese entorno que el tipo era un ricachón, ese coche parecía una nave espacial y sus prendas eran demasiados finas, Teodoro tenía muy pocos cabellos blancos como la nieve, cortados casi al ras, como púas perdidas en medio de una pronunciada calvicie, usaba unos bigotes abundantes como gruesos mostachos, su rostro arrugado me dejaba notar unos setenta años y un perfume dulzón invadía todo el habitáculo.

Cuando Luciano llegó al hospital yo ya estaba por retirarme, dolorida, si, pero con todo en orden, ellos se cruzaron, mi pareja y la persona que me había atropellado, cambiamos palabras entre los tres y el viejo no dejaba de disculparse por lo sucedido, y como para querer compensar, metió la mano en su traje, sacó su billetera y junto a su tarjeta personal nos dejó varios billetes acomodos, demasiado dinero por si necesitáramos algo.
Y fue así que empezó un cambio en mi vida, Luciano vio el negocio, yo hice los números, los chicos con los que me acostaba cogían mucho pero tenían los bolsillos vacíos, en cambio el viejo cogería muy poco y tendría todo el dinero que necesitara tener, solo era ganar y ganar

Con la complicidad de mi pareja, sacamos ventaja de ese accidente y me transformé en la joven amante del viejo y cada vez que podía, me pasaba a buscar por casa, y a veces se quedaba con Luciano hablando de motos, y en esas horas de hotel supe cosas típicas que imaginé saber.
Tenía familia, esposa, que obviamente ya estaba vieja y siempre le habían gustado las jovencitas como yo por fuera de su vida marital, el típico doble cara, doble moral, su familia perfecta para las luces de la sociedad y acostarse con putitas en las oscuras sombras de la clandestinidad.

Teodoro ponía muy buenos billetes y le daba el mejor servicio que pudiera darle, sin restricciones, la mejor puta que pudiera ser para él, porque cuanto más puta era más dinero podía sacarle. El viejo pareció obsesionarse conmigo y siempre buscaba la forma de deshacerse de su esposa, y la muy cornuda estaba ajena a todo lo que sucedía a sus espaldas.
Cuando me dijo de ese fin de semana especial, donde su esposa estaría de viaje gracias a su insistencia, donde el no la acompañaría por excusas de trabajo, donde su plan secreto era encerrarse entre cuatro paredes conmigo, adiviné que no era una buena idea.
Pero él me estaba haciendo millonaria y el plan le venía como anillo al dedo a mi pareja que estaba con ideas de cambiar su motocicleta.

Las cosas terminarían mal, el viejo abusó de sus pastillas para poder mantenerme el ritmo y no solo se le paró la pija, también se le paró el corazón.
Fue terrible, pasé unos días bajo arresto hasta que los forenses confirmaran la causa de muerte, con su rostro azulado dibujado en mi mente, con la imagen del cuerpo inerte y esa manera de pedir ayuda en forma desesperada, pero ahí recién empezarían los problemas para nosotros, cuando toda la historia salió a la luz.
Una pobre mujer, de vida respetable, en una familia ejemplar, engañada por su marido, por una putita que le sacaba la plata en complicidad con su pareja, así se vieron y se juzgaron las cosas y ya no hubo vuelta a atrás.
Nos ganamos el desprecio de todo el pueblo que sin miramientos tomó partido por la viuda, nos odiaron, nos hicieron la vida imposible, ni siquiera querían vendernos alimentos para subsistir.

Intenté volver a mis días previos a Teodoro, pero los jóvenes ya no parecían interesados en cogerme por dinero, era una mujer oscura a los ojos de todos y nadie o casi ninguno quería arriesgarse a que vincularan su nombre con el mío, Incluso Luciano perdió la mayoría de sus clientes, hasta algunos amigos que juraban dar su vida por él.
En fin, nuestros ingresos mermaron, nuestras deudas crecieron y nos sentimos aislados como enfermos contagiosos en nuestro propio pueblo.
Llegamos a un punto de no retorno y decidimos solo desaparecer y empezar de nuevo, en un sitio distante, donde nadie nos conociera.

Nos asentamos en una nueva ciudad, donde había un pujante cordón industrial, con muchas empresas de variados rubros, llenas de obreros, algunos nativos, otros que venían desde sitios lejanos, por contratos, un lugar ideal para desarrollar mis habilidades sexuales, como un dulce en un hormiguero y volví a coger como en los viejos tiempos, mucho sexo, poco dinero.
El nombre de ‘Jeniffer’ se hizo popular en boca de los obreros, corrió de un lado a otro como reguero de pólvora y con los medios tecnológicos de la actualidad no tardaría en ser una afamada prostituta.

A Luciano no le importó que probara cinco o seis vergas distintas por día si con eso justificaba casi todo el ingreso de la pareja, porque él se había tirado a holgazán, a beber cerveza y disfrutar de la transpiración de mi concha.
Pero mi pareja era ambiciosa, y su sueño de cambiar su motocicleta había quedado trunco con la muerte del viejo Teodoro, y la interminable fila de amantes pagos que tenía no alcanzaba a compensar al acaudalado bolsillo del pobre difunto.
Entonces tuvo la idea, una rifa, por la lotería nacional, cien números bien pagos para los primeros diez afortunados, todos juntos, en manada, me consultó para saber mi opinión, y no tardé mucho en darle la respuesta.

Mi pensamiento al respecto? honestamente? estar con diez hombres al mismo tiempo era más que un desafío, tan peligroso como intrigante, no sería fácil, pero era una oportunidad única que seguramente no se repetiría.
Además, me intrigaba y me excitaba saber cuanto interés habría, cuan deseable podía ser y cuanto pagarían por mi, me sentía una joya en remate y mi ego femenino estaba en juego.
Y la recepción fue mayor a la esperada, los números se agotaron rápidamente y Luciano se arrepintió de no poner más números, o tal vez, venderlos a un valor mucho mayor, pero era cierto que había hecho los cálculos en base a lo que le faltaba para cambiar su motocicleta, era suficiente, tal vez, otra oportunidad, en otro juego.

Contamos los billetes con mucho regocijo y un tanto en broma, un tanto en serio, Luciano decía que me la lavara bien, porque tanto roce me la iban a pulir.
Vivimos el sorteo vespertino en pareja, copa de vino mediante, escuchando con atención cada número que salía, con el listado en mano de los cien participantes, solo para ir anotando los diez afortunados, y cuando llegó la medianoche, solo era cuestión de entregar el premio compartido a los ganadores.

Esa mañana de domingo me preparé para la ocasión, esto requería un esfuerzo extra y me apoyé en Luciano para decidir la manera en que debía verme, proyecté en su mirada las posibles miradas de mis afortunados ganadores, me depilé por completo, como solía hacer, y miré mi cuerpo desnudo frente al gran espejo del baño, me veía demasiado delgada, es que estaba delgada, pero atractiva, con mis largos cabellos rubios de lado, mi trasero aún se veía firme y en forma y mis pequeños pechos tal vez por primera vez no me disgustaron y me sentí conforme conmigo misma, un vestido negro a media pierna cubrió mi cuerpo, con la suficiente audacia para dejar notar a tras luz que no llevaba ropa interior, donde mis pezones filosos parecían querer rasgar la tela. Corté la oscuridad del negro con un ampuloso collar en plateado, cuyas puntas llegaban casi a mi ombligo, me puse tacos altos, me maquillé un poco, unos aros pequeños y una última mirada al espejo para comprobar que el objetivo estaba cumplido, verme como una fina dama, porque de eso se trataba, hacer algo distinto, algo que valiera la pena, esta vez no sería solo la puta cogiendo con los obreros sin rostros del montón.

La bocina del remisse me dejó saber que era hora, Luciano me besó en la boca apretando una de mis nalgas con discreción, me dijo que estaba hermosa y que todo saldría bien.
El viaje fue rápido y al llegar al salón solo me sentí la reina del lugar.
La mesa estaba ya preparada, mi lugar era a la cabecera, cinco platos a un lado y cinco al otro, miré el entorno, el salón era bien humilde, pero todos los detalles estaban cuidados y parecía tener otro nivel.
Saludé a los afortunados, fue cómico porque adiviné que más de uno se sentía incómodo vestido de gala, en especial el gordo Alfio, que ya había dejado el saco de lado y se había arremangado las mangas de su blanca camisa.
Todos me habían cogido ya, en mayor o menor oportunidad, conocía de memoria cada una de sus vergas, sus gustos, y hasta sus secretos, pero esto era un reiniciar, era el premio de una rifa muy codiciada y haríamos que valiera la pena.

En el almuerzo los caballeros se comportaron, y el hecho de que hablaran cosas de hombres me dejaron un poco fuera de juego, situación que me dio la posibilidad de reparar en detalles que normalmente no hubiera reparado, rostros, cabellos, gestos, costumbres, palabras y después de comer el postre decidí que era suficiente.
Me paré hice una recorrida en derredor de la mesa dejando de uno en uno preservativos a discreción, y cuando tuve la atención de todos, se hizo un profundo silencio y solo dejé caer mi vestido al piso, quedando completamente desnuda, apenas cubierta por el amplio collar.
Fue un tanto cómico, como una jauría de perros detrás de la perra en celo se lanzaron sobre mí, cerré los ojos, para solo sentir labios de extraños besando los míos, lenguas intrusas buscar llegar a mi garganta, y manos indiscretas acariciando cada rincón de mi cuerpo, mi vientre, mis pechos, mis brazos, mis piernas, mis glúteos, mis cabellos, mi conchita rasurada.

Mis manos iban de uno a otro, soltando botones de camisas, pasando sigilosamente por sobre vergas duras y solo fue mi turno de caer de rodillas, no alcanzaban a rodearme, solo se iban turnando, pasaba una pija por mi boca, otra y otra, mis manos se concentraban a un lado y a otro en otras vergas que iban rotando, miraba a los hombres a los ojos, uno a uno y me golpeaba el rostro con carne dura, estaba húmeda, mojada, caliente.
Me hicieron levantar, parada sobre mis pies, con las piernas rectas, pero arqueada hacia adelante para seguir chupando y chupando, alguien me dio una nalgada y refregó su sexo sobre el mío, al fin me penetró y empezó a cogerme muy rico. Se rotaban por mi conchita y por mi boca, me hacían gritar y no podía con todo, me agarraban de los cabellos y me forzaban a llenar mi boca, con una, con dos

Me recostaron sobre la mesa, cruzada, mis piernas a un lado mi cabeza colgando al otro, veía todo patas para arriba, y ahí empezaron de nuevo, por un lado, por otro y alguno me la metió por el culo sin pedir permiso, me siguieron dando, ahora ya por los tres lados, a elección y en verdad tengo que decir, aunque suene demasiado puta, que era todo un sueño perfecto para mí, perdí la noción de cuantos orgasmos había tenido ya y solo me había transformado en una máquina sexual sedienta de vergas.
Me penetraron por delante y por detrás al mismo tiempo, como salvajes forajidos, y parecieron empecinados en darme la mejor sesión del sexo anal de mi vida, parecían obsesionados en dejarme el culo todo abierto, incluso, me metieron dos al mismo tiempo por un buen rato, hasta quitarme la respiración

El reloj de pared daba cerca de las siete de la tarde cuando todo llegaba a su fin, mi cuerpo había sido cubierto por semen casi sin excepción, por delante, por detrás, por arriba, por abajo, mi rostro, mis cabellos. En mi boca sentía aun la mezcla de melaza masculina recorriendo mi lengua, no sabía cuánto había ingerido ya, mi puño entraba casi por completo en mi adolorido esfínter y realmente tenía toda la vagina irritada, no podía más, pero tuve la conciencia tranquila, el premio había valido la pena.

Fui al pequeño baño por una rápida ducha para sacarme todo el lastre de encima, solo dejé caer el agua fría por cada rincón de mi cuerpo porque honestamente todo me dolía a morir, hice algunos buches de agua para quitarme el sabor a puta que tenía en la boca y luego me sequé muy por encima, dejando mi piel húmeda.
Miré la hora nuevamente, el remisse estaría por llegar en cualquier momento, me puse nuevamente el vestido negro, aunque esta vez notaría hasta lastimados mis pezones y el solo roce con la tela me sabía a tortura.
Sin embargo, puse mi mejor cara, dibujé una sonrisa en mi rostro, y con los cabellos aun chorreando agua, despedí cortésmente a cada uno de los afortunados amantes de turno.

No pasaría mucho tiempo antes que Luciano al fin pudiera darse el gusto de cabalgar en su nueva motocicleta, en salir a dar vueltas por el pueblo y pasear a su lado, sentada por detrás, sacando culo, aferrada a su cintura, sabiendo en la mirada de cada hombre la forma en que había juntado el dinero para poder comprarla.
Y no hay mucho más que contar en esta historia, solo la vivencia de haber tenido la oportunidad de hacer realidad algo que pocas pueden, soy feliz al lado de mi hombre, mi loco bohemio que me permite ser complacida por chicos de ocasión. A veces, en algún fin de semana de calor, nos gusta volver a nuestro pueblo, solo a dar unas vueltas, para recordar un poco nuestro origen, y para mostrar a toda esa gente, lo bien que nos va en nuestra nueva vida.

Estamos organizando una nueva rifa, la idea es mejorar ese primer encuentro, tenemos muchas ideas nuevas, y si quieres participar, solo me escribes

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