Hace varios años dejé de mostrar mis fotos e incluso restringí al máximo mi presencia en redes. Sin embargo, antes de eso estuve contando y mostrando demasiado. Mi gusto es el tamaño y la variedad y en eso somos cómplices con mi marido. Tengo 41 años y casada desde mis 19. A los 23 fui penetrada por primera vez en presencia de mi esposo y desde ese momento expresé mi sexualidad con libertad plena. Hemos tenido tríos, sexo con otro delante de él, sexo con otro con él escondido, sexo con otro sin presencia de él, intercambio de parejas en varias modalidades, algunas orgías, un gangbang, y algunas relaciones ocasionales que se las conté después de haberlas consumado.
En un momento que estaba vulnerable, empecé a usar mi perfil de Facebook para exhibirme un poco. Me nació el deseo de ser deseada y contar mis aventuras para calentar a mi interlocutor. Cuando comenzaron los acosos e incluso los chantajes, decidí parar y borrar todo rastro mío sexual en las redes. Sin embargo, un chico de mi ciudad fue más inteligente que el resto, ya que me ubicó y se introdujo en mi vida sin que yo sepa que me conocía profundamente.
Él sabía que yo trabajaba en una consultora financiera de asesoramiento de inversiones, y él era estudiante de Economía de la UCA. Como mi ciudad era una ciudad chica fue por cuanta consultora del rubro existía y en una de esas por fin me vio. Empezó a ir seguido por allí y finalmente se postuló para una pasantía de 3 meses. A mí me pareció intrascendente ya que me gustan hombres mayores al tiempo que no doy ningún tipo de oportunidad a jovencitos que tratan de salirse de los límites. A pesar de mis gustos y costumbres, no ando vestida de manera provocativa y tampoco soy de las que pide sexo.
Por lo tanto, no estaba particularmente interesada en tener sexo con el nuevo pasante cuyo nombre era Raúl y tenía unos 22 años más o menos.
Sin embargo, desde su primer día sus atenciones me gustaron. No eran cursis, más bien tenían fuerte contenido sexual. Me hacía sentir deseada sin ser insolente. Por ejemplo, una vez en un break en que compartíamos una torta por el cumpleaños de otro empleado, hablando de las chicas bonitas, él sin titubear dijo que yo era la más linda que había visto en su vida. Todos estuvieron de acuerdo, pero por pura formalidad, en cambio yo vi el deseo en su mirada.
Influyó en sus jefes para terminar trabajando en mi departamento que está dedicado a establecer el perfil psicológico de inversionistas con los cuales mis clientes negocian. En dicho departamento es raro que alguien de Economía ande por allí, sin embargo, ahí estaba ayudando en nuestro trabajo. Sin darme cuenta se había convertido en mi asistente. Así que se volvió usual que nos quedáramos trabajando alguna vez, yo lo acercaba en mi auto. Otras veces él traía alguna golosina (me gustan mucho los dulces).
Una mañana de sábado, que tuvimos que hacer algo extra, vino particularmente atractivo ya que se vino en ropa de tenis (siempre me gustaron las piernas de los tenistas) y este las tenía realmente buenas. Dijo que luego debía ir a un campeonato de su club y, por lo tanto, allí estaba, y mis ojos se distrajeron en él y me excité rápidamente. Obviamente no hice nada al respecto.
Sin embargo, él seguía por aquí y por allá y finalmente cuando estábamos sentados lado a lado viendo un folleto que le pedía que edite; yo toqué sin querer su pierna velluda. Mi mano saltó como si fuera electricidad y la aparté, pero él me dijo, siga por favor. Yo le dije, no disculpa fue sin querer. Pero él me dijo que mi mano era muy suave y que le gustaba. En ese coqueteo le dije si realmente la sintió suave y esta vez le toqué la pierna apretándola más fuerte. El me dio un beso en la boca y yo le correspondí ya toda dispuesta a que pase todo. Sin embargo, yo estaba rompiendo mis reglas, a pesar de haber follado con más de doscientos hombres desde que me casé. Nunca follar con alguien del trabajo, nunca follar en la oficina, nunca follar con desconocidos, nunca follar sin que mi esposo lo sepa. Así que me levanté confusa y me fui para mi escritorio.
Sin embargo, él se levantó y me persiguió hasta atraparme contra la pared y me volvió a besar. Volví a corresponder y volví a escapar, aunque ya para ese momento mi cuerpo estaba listo para lo que sea. Él puso su mano entre mis piernas y yo solamente miré hacia el techo y dejé que actúe. Me sentía objeto y dejé que sus manos hicieran lo que él quería, yo solamente le facilitaba las cosas, pero no llevaba la iniciativa. Disfrutaba su fuerza y su convicción.
Cuando mi blusa ya estaba desabotonada se dio un excelente paseo por mis tetas. Bajó mi pantalón y empezó a meter sus dedos entre mis pliegues que ya estaban mojados por todo lado. Ya sin pantalón y con la blusa aún puesta me dio vuelta y me besó las nalgas y el ano con mucha devoción. Introducía lengua y dedos de manera alterna exactamente como a mí me gusta. Ahí ya no pude más, me incliné un poco para ganar en profundidad y le pedí que me penetrara. Sin embargo, me embistió directo al ano, es decir, estando parada e inclinada, él me penetró el ano que había recibido sus dedos y su lengua por buenos minutos más antes. Sentí el enorme tamaño que me llenaba y empecé a gritar casi sin control, en ello, en el momento culminante, él me dijo a la oreja, casi susurrando: “ASI QUERÍA TENERTE DESDE LA PRIMERA VEZ QUE TE VI EN EL FACEBOOK”.
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