En aquel enero él tenía 17 y yo 35. Luis era mi ahijado de bautizo, su madre mi mejor amiga y su esposo había gozado de mí varios años atrás, en una aventura corta que empezó a unos dos años desde que se casó con Ely, mi amiga. Todo había sucedido y pasado sin mayor drama y sin dejar huellas ni en nuestros corazones ni en nuestros matrimonios, como debe ser.
Luis desde pequeño era muy apegado a mí. En alguna ocasión, a sus 15 años, me pidió fingir que era su novia en su primera incursión a una discoteca. Le dije que yo era muy mayor para él y que se notaría y sus amigos podrían burlarse. Sin embargo, él insistió y fuimos a esos antros de chicos de 20 para abajo. Me fui muy bien arreglada con unos pantalones ceñidos a mis piernas y una solera que dejaba ver mis brazos blancos y sin brasier, por lo que mis pezones se notaban a metros. Tacos altos y mi cabello largo suelto. Muy bien perfumada y maquillada con un look dark. Noté de inmediato la excitación y entusiasmo de Luis que de inmediato puso su mano en mi cintura y me daba continuos besos en los labios; y también sentí la envidia y deseo de sus amigos. A no más de 30 minutos de estar allí noté cómo las manos de Luis paseaban por mis nalgas bajando desde mi cintura, yo le apartaba disimuladamente y luego con fuerza ya molesta por su atrevimiento. Se dio cuenta de mi molestia y abandonó sus incursiones a mis partes bajas. Sin embargo, yo quedé prendida, estaba muy caliente con ese ambiente lleno de jovialidad, los chicos guapos y atléticos acompañados de bellas damitas exudando sexualidad por todo lado; y lo que más me calentaba era que esos guapos niños acompañados de niñas que yo consideraba más lindas que yo, no apartaban la vista ni de mis ojos ni mis pezones ni de mi cola.
Mi querido ahijado Luis poco a poco estaba más bebido al igual que yo, y sus manos paseaban sin descanso por mi cintura, rozaban mis pezones y seguían bajando hacia mi cola. En su estado ya era inútil decirle algo o protestar. Me aparté de él, empecé a charlar con el grupo de amigos quienes igual me tomaban de la cintura y me abrazaban, lo que aumentaba más mi calentura. Sin embargo, no fueron más allá.
Cuando fui al baño, uno de ellos, evidentemente mucho mayor, de unos 18, me siguió y me interceptó en el pasillo. Me preguntó directo “¿qué haces con esos fetos?” y nos reímos, le expliqué la situación y no me di cuenta que mientras conversábamos sus manos rodeaban mi cintura; estando tan cerca no fue posible evitar que se acercara y me diera un apasionado beso en los labios que correspondí de inmediato. Sin embargo, no quise pasar de allí y volví donde Luis y no me aparté de él el resto de la noche, pese a que mi eventual amigo me dedicaba miradas desde la barra. Les pedí a sus amigos que me acompañaran al baño esta vez, y luego volví siempre rodeada de ellos, temía por mi propia lujuria que estaba desbordada.
Los padres de Luis sólo sabían que yo lo iba a recoger de la fiesta ya que pasaría la noche donde nosotros. Así que cuando su madre me llamó le dije que ya estaba en la fiesta y esperaba que sólo saliera. Le indiqué que ya era hora de irnos y él me dijo que nuestra relación parecía muy fría enfrente de sus amigos, si podría besarlo apasionadamente, como entre risas. Le dije que claro que sí. Nos fuimos a la mesa tras bailar muy pegados varias canciones, y tras eso, ya en la mesa, empezó a besarme torpemente en los labios y en el cuello. Lo suficiente para que todos sus amigos vean sus hazañas en mí. Luego nos fuimos.
En el auto, a solas, me pidió que lo bese. Detuve el auto y deje que se abalance sobre mí y me diera los besos que quisiera (en los labios). No le dejé bajar al cuello y tampoco dejé que sus manos entren por debajo de mi solera buscando mis pezones que estaban erectos.
Llegamos a casa, yo ingresé a mi alcoba y él se fue para la habitación de invitados que tiene una cama matrimonial donde muchas veces hicimos encuentros allí con mi esposo y amigos o parejas invitadas. En mi alcoba desperté a mi esposo y, sin ningún tipo de explicaciones, le pedí que me follara tan duro como pudiera. Estuvimos como 3 horas hasta que el día asomó por la ventana. Gemía y gritaba, y pedía más y mi esposo, tras hacerle eyacular dos veces seguidas ya no daba más. En el desayuno, recién le conté de los estímulos que había tenido el dia anterior y lo deseosa que estaba de tener sexo. Conté todo a mi esposo, y él me dijo que tenga cuidado, que el niño es niño, que se podría enamorar y su madre, nuestra mejor amiga y nada liberal, por cierto, podría ser muy afectada. Por tal razón, al dia siguiente, no avancé más con Luis ni él trató de ir más allá. Su mamá se lo llevó como a las 11 am y retornamos a la normalidad.
Y así pasaron años hasta que llegó ese enero. Una tarde de miércoles, vino por casa a visitarme. Siempre lo hacía desde que tenía 12 años, especialmente cuando sus papás tenían algún compromiso y me pedían que lo viera hasta que lo recojan. Siempre le daba algún libro para la escuela o le invitaba algún helado o pizza. Su mamá o su papá lo recogían en la noche. Ese miércoles, mientras tomábamos el té, me comentó que hasta ahora no tenía novia, que sus amigos ya tenían todos novia y que no le interesaba hacer otro simulacro que nos había salido tan bien dos años antes. Le interesaba estar en una relación, ser novio de alguien y obviamente tener sexo con esa persona especial. Traté de consolarlo, pero no encontraba otra cosa que decir que venga cuando guste para contarme sobre esa angustia. A eso de las 7 de la noche se fue solo para su casa.
Vino varias veces en ese enero. El tema recurrente era la chica que no había en su vida y lo felices que veía sus amigos, ya todos con pareja y una vida sexual activa. Luis no sabía nada en absoluto de mi vida sexual absolutamente liberal y promiscua, ni de la aventura que había tenido con su papá. Muchas veces que vino a casa y yo estaba acompañada, simplemente presentaba a mi eventual acompañante como un colega o algo así. Finalmente, a poco de empezar las clases de su último año de escuela en el mes de febrero, una tarde finalmente me besó. Esa tarde yo estaba con ropa muy ligera, una solera amarilla, una calza negra, sin nada vistoso. En la mañana había tenido sexo con mi esposo y estaba un poco insatisfecha. Al mismo tiempo ansiosa ya que quería estar con alguien, llamarlo, pero Luis con su presencia impedía que de rienda suelta a mis deseos. Mientras hablábamos de sus amigos y sus potenciales novias, él se acercó demasiado y mandó el beso. Yo le correspondí con toda la carga que tenía acumulada. Luis se encendió de inmediato y en la sala, introdujo sus manos debajo de mi solera y esta vez e dejé, rápidamente llegaron a mis pechos mientras me daba besos por el cuello. Yo solo abría la boca y pensaba y pensaba qué hacer, pero desfallecía cada vez más y me dejé llevar. Me levantó la solera y sus torpes labios se posaron sobre mis pezones mientras sus manos estrujaban mis pequeñas tetas. Yo no quería llevar la iniciativa porque muchas cosas pasaban por mi cabeza, él ya estaba sin control, y sabía que me iba a penetrar, pero estaba muy cohibida, no como mis amigos con quienes yo llevo la iniciativa.
Luis me alzó toda desfalleciente y ardorosa y me llevó alzada para la habitación de visitas que era la más cercana a la sala. Me echó en la cama y casi de una me sacó la calza. No vi que percibió cuán mojada estaba ya que de inmediato me quitó la tanga y no se dio cuenta que tenía semen de mi esposo. Quise tomar la iniciativa, pero no hubo modo, antes de hacer nada él ya se había bajado el pantalón dejando aparecer su pene y me penetró de inmediato. Con su pantalón a medio bajar y aún con los zapatos puestos me daba una y otra vez. Yo empecé a gemir y abandonarme, dejé de pensar, mis manos solo se aferraban a su espalda y él dale y dale. No duró más de 10 minutos. Yo me vine como 2 veces en ese lapso y finalmente terminó eyaculando dentro mío. Me decepcioné de esa falta de arte, y quedé rendida a su lado. Me besó en los labios suavemente. Y yo quería más pero no sabía cómo decirle. Así opté por adularlo. Le dije que mi esposo no me lo hacía tan bien, y poniendo mi mano en su pene, le dije, y tú lo tienes tan rico, y me lo llevé a la boca, mientras aún salían muchas gotas de semen de ahí. En mi boca sentí cómo se inflaba de nuevo y torpemente me abrió las piernas y me volvió a penetrar. Me encantó eso porque usualmente mis acompañantes tardan varios minutos e incluso mas de una hora en volver al combate. El muchachito no tardé ni diez minutos y me estaba bombeando otra vez con igual o más fuerza que el previo coito. Esta vez grité más y me vine otras dos veces. El volvió a eyacular como si nada hubiera pasado antes. Al final volví a ser penetrada una tercera vez ya con la noche encima, hasta que oímos el garaje abrirse y entra el auto de mi esposo. Nos vestimos rápido y salimos a la sala. Mi esposo, que me conoce muy bien, me vio, sonrío, le saludó y dijo que estaba con varios asuntos que atender y se fue para su estudio.
Luis se fue presuroso a su casa. Yo quedé satisfecha.
Los errores fueron desde el principio. Luis pensaba que yo era casta y pura y tenía la imagen de que me hizo despertar sexualmente. A su vez, de inmediato contó a sus amigos las cosas que me hacía. Tomó el tema como una relación sentimental, por un lado, se involucró y por otro lado, quería dominarme como a su pareja. Por mi parte yo hice lo que siempre hago con nuevas parejas, juego a enamorarme. Me encapricho, quiero sexo cada día, y experimentar la sensación de ser deseada y tomada sexualmente. Mi esposo siempre me alentó en eso y, por lo tanto, los primeros días no hubo señales de alerta desde mi lado. Luis me follaba cada día y yo fingía estar descubriendo la sexualidad gracias a él. Sin embargo, a mí me gusta la variedad y el tamaño y Luis, bueno, no quería que fuese el único, se me antojaban otros amigos que en esa época frecuentaba, además Luis no tenía una dotación competitiva frente a mis amigos habituales y tampoco tenía el arte sexual bien desarrollado, sus caricias eran torpes, sus besos sofocantes y en fin, cosas que al principio no tomé en cuenta.
Las primeras semanas lo hicimos en mi casa, en la habitación de visitas, pero poco a poco, lo animé a hacerlo de otras formas. En el solario, en el baño bajo la ducha, en mi alcoba principal, en el jardín con riesgo de que alguien nos viera, etcétera. Me gustaba su gran capacidad de eyacular varias veces y abundantemente. No dejaba escapar ni una gota, ya sea dejándome llenar la vagina o recibiendo con mi boca su tesoro. Recién a la segunda semana, como si fuese algo muy importante, y de manera muy indirecta, me propuso hacerlo anal. Luis no sabía que mi primer anal fue al día siguiente de mi primera relación vaginal a mis 16 años. No sabía que a mis parejas yo les exigía dediquen la misma atención que a mi vagina. Así que acepté de inmediato, pero mentí diciendo que mi esposo me lo hacía doler y por eso no hacía mucho por ese lado. En realidad, como su pene era muy delgado, me era muy fácil introducirlo en mi ano.
No me enteré que Luis contó todo a sus amigos hasta que un día, más o menos a la tercera semana de estar juntos, me pidió que vaya a su colegio. Reconocí a algunos de sus amigos que habían estado en la discoteca 3 años antes. Ahora eran todos unos hombres. Mucho más altos y musculosos, mucho más maduros. Me miraron de arriba abajo y de abajo a arriba. Instantáneamente adiviné que sabían todo. A mí me gustan los hombres mayores, llenos de técnica, pericia y buena imaginación, mucho mundo y mucha experiencia. Los chiquillos no me gustaron excepto en esa época que me sentía de 20 años, exudando sexualidad con cada aliento. Se me antojaban todos. Quería un trío con Luis y alguno de sus amigos, pero a Luis lo notaba muy cerrado en sus conceptos de fidelidad, exclusividad y esas cosas. Así, que eso lo dejé para hacerlo con mi esposo. Luis se mostraba posesivo, me preguntó molesto si me gustaban sus amigos por el hecho de responder sus saludos y sus miradas. Cínicamente e dije que sí, que estaba experimentando sensaciones extrañas, y eso le sacó de quicio. Me dijo que nos vayamos pronto y en el auto estaba furioso y hasta me dijo puta. Me enojé mucho pero no quise terminar, a otros les termino por mucho menos que eso, pero pensé que era cosa de su edad, sin embargo, le dije que yo no era lo que pensaba, refiriéndome a que me gusta gozar de la variedad y el tamaño, pero él no me dejó terminar y me pidió disculpas, cuando en realidad le quería explicar que tenía necesidades más allá de él.
Desde ese día nuestra luna de miel había terminado. Por mi lado volví a mi rutina de estar cada día con mi esposo, tener una o dos citas semanales con algún galán de turno, ya sea a solas o en un apasionado trio junto a mi marido. Y, en algún resquicio de tiempo seguir gozando de Luis jugando a la amante primeriza y poco experimentada. El por su parte, empezó a ser dominante dentro y fuera de la cama. Y, cada vez más influenciado por sus amigos, me pedía cosas que para él eran extremas y para mí lo más normal; por ejemplo, recibir semen en la boca; hacer anal, ser filmada o dejarme introducir juguetes. Me pidió ir a moteles u hoteles y lo llevé a mi favorito, y ese fue un gran error.
Fuimos al pequeño Hotel Luxor que frecuento desde mis 15 años cuando empecé a salir con mi actual esposo. No es un hotel para sexo, el dueño era muy amigo de mi esposo, y le permitía ingresar conmigo para que pasásemos largas e inolvidables tardes en esas épocas en que todos se oponían a nuestra relación. Cuando ya maduramos, seguíamos yendo al hotel, pero esta vez con otras parejas o con amigos solos, para tener encuentros sexuales. A veces iba yo sola con alguien o con más de uno, a veces con otra mujer, a veces mi esposo con otra chica. Los del hotel ya ni se sorprendían con nosotros tras casi 20 años de estarlo frecuentando. La razón principal de mi gusto por ese hotel siempre fue seguridad, me sentía segura, de hacer lo que quisiera y que nadie se propase conmigo. Me sentía muy bien cuidada allí. Lastimosamente cuando llevé a Luis, en recepción me saludaron muy amablemente, y me dieron mi habitación “favorita” y el champagne llegó ni bien habíamos cerrado la puerta con Luis. Se puso verde de rabia. Me dijo que como era una puta seguramente iba con todos allí (estaba en lo cierto excepto en lo de puta). Y me desnudó casi a empujones me dio la vuelta y me penetró analmente de parada, dándome fuertes empellones, preguntándome constantemente “¿así te gusta puta?”. Y la verdad, es que me encantó esa furia animal, tóxica, y gritaba que sí, que me gustaba. Aún parados y sin salir de mi ano, me llevó junto a la ventana me puso las tetas junto al vidrio helado y eso me excitó aún más. Hizo a un lado la cortina y me dijo que quería que todos viesen cómo me tiraba. Y yo seguía repitiendo que lo haga, que me haga lo que quiera. No se cuántos me vieron pegada junto al vidrio, pero debieron ser varios tomando en cuenta que estábamos en el primer piso y nuestra ventana daba a la calle. El encuentro no duró ni una hora, él eyaculó las dos veces en mi ano, al que le dio completa exclusividad esa tarde. Fue duro e intenso, tóxico y perturbador.
A partir de ese día, su trato sexual conmigo era duro y avasallante y sus celos desmedidos. Yo seguía con ganas de tener cuerpos jóvenes dentro mío, pero también quería seguir gozando de mis “viejos” amigos. Una mañana mi esposo salió rápido para el trabajo sin complacerme, como era natural, a eso de las 11 estaba con unas ganas locas, y llamé mi buen vecino Augusto, quien se trasladó a mi barrio sólo para estar cerca cuando lo llame. Vino en no menos de 30 minutos y estuvimos como hasta las 5 de la tarde entre juegos, almuerzo y largas charlas para ponernos al día. Con lo agradable de la cita olvidé que Luis venía ese día, él salía de sus clases de fútbol a las 5 y cuando llegó yo estaba en bata todo ojerosa y despeinada, con semen en mi ano, en mi vagina y en mi boca. Augusto aún estaba, pero felizmente ya de salida bien vestido. Delante de él, y sin ningún cuidado, Luis me hizo escándalo. Me preguntó quién era él, qué me había hecho, que no respetaba a mi esposo que no lo respetaba a él. Augusto me miró sorprendido, pero yo atiné a decir, que estaba muy enferma y que él era el médico que había venido a verme. Augusto se fue sonriendo. Luis entró conmigo a mi habitación que estaba toda desarreglada. Y ahí me tocó a mí hacer el escándalo. Le dije que ni a mi esposo, a quien amaba tanto, le permitía pedirme explicaciones. Le dije que si decidiese tener a alguien más no tendría por qué no hacerlo y mucho menos por él. Así que la próxima que venga, si me encuentra con otro en la cama que no se sorprenda. Luis me amenazó con contar todo a mi esposo, me dijo que me amaba y que nos casemos. Y se derrumbó llorando. No me inmuté y le dije que se vaya, que no tenía ganas (y no tenía) de estar con él.
Le conté lo sucedido a mi esposo en la noche. Me advirtió que el asunto se estaba descontrolando y que era mejor decepcionarlo antes que un rompimiento abrupto. Por seguridad acordamos que el resto de encuentros serían más coordinados.
Tras una semana de no ver a Luis, quien llamaba a cada rato, nos vimos otra vez en el Hotel Luxor. Vino todo sumiso como perro apaleado. Excesivamente romántico y yo fría y distante. Me penetró sin espectacularidad y cuando se quiso poner torpe me zafé de su pene y me fui para el baño. Al salir, me puse un poco más agresiva y le dije que quería conocer otros cuerpos, que me gustaría follar con alguno de sus amigos. Luis casi enmudecido, no pudo articular palabra, no entendía lo que estaba diciendo. Pensaba que era broma. Le dije que sólo era una fantasía pero que estaba abierta a experimentar. Volvió a decirme puta y decidí salir de inmediato.
Una tarde de sábado, con mi esposo en campeonato de tenis, llamé al más joven de mis amiguitos, se trataba de Marco, de unos 23 años que había conocido dos años atrás. Vino a casa, y realmente me hizo sentir bien. Su enrome dotación, su vigor y al mismo tiempo sus delicadezas me hicieron ir a las nubes; le dije que esperemos a que llegue mi esposo y estar juntos los tres tras ir a tomar algo en la noche. Me quedé dormida en sus brazos y él se puso a ver a su Real Madrid, ambos desnudos en la cama. Luis había estado ese sábado con sus amigotes bebiendo desde el mediodía y a pesar de que no habíamos acordado una cita, se lanzó para mi casa. Los empleados se van a eso de las 15 pero el chofer se había quedado un poco más ya que estaba arreglando un problema en la puerta de garaje. Cuando Luis llegó le hizo entrar ya que lo conocía de años. Luis entró y me encontró desnuda junto a Marco. Quiso hacer lío pero Marco le enfrentó y le preguntó cuál era el problema. Luis muy perturbado, me volvió a decir puta, mientras yo le decía que me disgustaba que sea tan invasivo. Dijo que pondría al tanto a mi esposo de esta situación y se fue tirando las puertas.
El final felizmente no fue tan traumático, pero pude darme el gusto de gozar a uno de sus amigos.
***
Tras el incidente con Marco, me reuní con mi esposo; lloré en sus hombros y acordamos salir del problema de manera suave. Mandar a rodar a Luis hubiera sido fácil, pero el muchacho podría reaccionar mal, por ejemplo, contando a su madre de todo, peor si se toma en cuenta que me había sacado más de 20 fotos en diferentes ocasiones, muchas de ellas en pleno coito. No me preocupaba mucho el tema de sus amigos que, además, quería darme un gusto con uno de ellos, pero no pasaba de fantasía. Con otros amigos que se ponían pesados no fue difícil dejar de verlos o cortar de forma directa. En caso de familiares o cercanos (como este caso) el problema de cómo cortar puede ser muy traumático, así que decidimos ir con calma. La estrategia fue promover que me engañara, que conozca a alguien con quien se involucre sexualmente.
Nuestro menú de candidatas felizmente era amplio. Al igual que había tenido en complicidad con mi esposo varios compañeros sexuales, y disfrutado varios tríos con la mayoría de ellos, del mismo modo había unas pocas amigas con quienes mi esposo había tenido tríos o aventuras consensuadas por mí o junto a mí. Mi esposo me lleva 17 años de edad, por lo tanto, tiene predilección por las jovencitas para este tipo de aventuras. Con quien decidimos animarnos a hablar, por ser la más osada y la más joven de nuestras compañeras sexuales fue con Teresa, 22 años, bajita, un poco gordita (comparada conmigo) y una verdadera maestra en artes sexuales. Dada mi profesión (psicóloga), el narcisismo de Luis se reforzaba con una posición dominante, él bastante alto y atlético le gustaba dominarme y someterme (delgada y de sólo 1.61m pero demasiado inteligente para su gusto). Teresa era como una niña comparada conmigo.
Para que todo parezca normal, el ataque de Teresa no fue directo a Luis, si no, a un amigo suyo, Jorge (al amigo que me gustaba), a quien ella abordó sin ningún tipo de tabú en la discoteca que los chicos frecuentaban. Ella fue con un grupo de amigas más jóvenes que ella (ella era ayudante de Bioquímica en la universidad) y como varias chicas de esa edad, se dedicaron a “levantar” amigos de manera muy natural. Ella se concentró en Jorge. En menos de una hora estaban comiéndose frenéticamente a besos y para el día siguiente ya habían copulado como 5 veces en un motel cercano. Jorge la presentó en la escuela como su nueva conquista sin saber de qué el verdadero objetivo de Teresa era Luis y mi objetivo final era darme un revolcón con Jorge antes que todo termine.
Luis, a sugerencia de Jorge por presión de Teresa, me propuso salir sólo los cuatro a bailar, estaba dulce conmigo y me llenaba de mimos ya que mi indiferencia era creciente. No puse el menor reparo, él me llevó antes al viejo Hotel Luxor, me penetró de manera muy violenta, me dijo que quería tenerme siempre así mientras halaba mi cabello. La verdad yo disfrutaba sexualmente esa violencia, y como sabía que eran las últimas probablemente, le pedía que me diera más duro. Ya en la discoteca me “presentaron” a Teresa que se vino tan provocativa como le había pedido. Esa noche no me sentí mal porque las miradas morbosas estuvieran dirigidas a ella y no a mí. Mientras yo estaba tomada de la mano de Luis en la mesa, ellos (Jorge y Teresa) se comían a besos, aunque sin exagerar, es decir, sin llegar a situaciones sexuales. Nos hicimos una seña con ella, salimos a bailar los 4, y entramos en confianza, ella invitaba tragos a Luis y Jorge a mí; bailamos muchas canciones cambiando de parejas y vi que Luis, poco a poco, empezaba a tener ojos para Teresa. Jorge lo notaba y se la llevaba a bailar dejándonos solos, sin embargo, ya había mordido el anzuelo.
Por mi parte, cuando bailé con Jorge, le elogié los músculos y le pregunté sin rodeos si lo de adentro era igual de “musculoso”, él muy atrevido me dijo que lo comprobara yo misma, y como no me achico en esas situaciones, humedecí mis labios con mi lengua, y le dije, que por supuesto, que incluso se lo mediría con mi boca. Me propuso salirnos y le dije que no, que era una broma, qué haría con Teresa con quien recién estaba 10 días y que haría yo con Luis. El todo presuroso me dijo, “que se las arreglen”, yo me reí, le dije que otro día habláramos al respecto. Sin embargo, desde ese momento, trataba de bailar más conmigo sin dejar el ojo sobre Teresa que era acosada por Luis. Terminamos muy calientes los cuatro. De forma violenta, como siempre, Luis me dijo que nos fuéramos, acercamos a Jorge y Teresa para el departamento de Teresa y vi que en el asiento de atrás ya no sólo se besaban, sino que la poderosa mano de Jorge estaba en las entrepiernas de Teresa por debajo de su corto vestido. Luis también los miraba por el retrovisor, y tras dejarlos me ordenó ir de nuevo al Luxor. Me penetró analmente la corta media hora que estuvimos. Me revolcó por la cama eyaculando como tres veces seguidas dentro mío, todas en el ano. Me gustaba realmente que tuviera esa cualidad de eyacular tan abundantemente y tan seguido; quería saber si eso era cualidad exclusiva de él o de todos los de su edad. Tras tan placentera escapada, lo llevé para su casa, donde lo esperaba mi comadre que no imaginaba el animal sexual que tenía como hijo.
Yo quería más. A las 3am estaba sola en mi auto, rumbo a mi casa donde seguramente mi esposo ya dormía. Sabía que me follaría muy violentamente en la mañana cuando le cuente lo sucedido. Sin embargo, quería variedad, quería a Jorge que seguramente en esas horas estaba follando a Teresa, que vivía sola, y gozaba de una vida sexual más desenfrenada que la mía. No la envidiaba. Llamé a Teresa que efectivamente ya había despachado a Jorge quien se fue sólo a su casa ya que sus papás podían castigarlo. Ambas nos reímos, ella con 22 y yo con 35, saliendo con polluelos que temían ser castigados por los padres. Me dijo que le habló en todo el encuentro de mí, mientras la penetraba le preguntó si me deseaba y él le respondió que sí, que incluso yo le había propuesto medir su pene con mi boca y eso lo había calentado mucho. Ella le dijo que, si pasara algo, no se molestaría, que no se sintiera cohibido, que goce la vida. Teresa le había dado mi número y ya todo dependía de Jorge.
A su vez, Luis llamó a Teresa al día siguiente. Solamente para “preguntar cómo había llegado”. Teresa le dijo la verdad, que Jorge la había acompañado y habían tenido sexo un rato más antes de irse Jorge a donde sus padres. Luis medio incómodo (o excitado) por el realismo de la confesión, no atinó a decir nada más. Sin embargo, ese día no me llamó y más bien se presentó en el departamento de Teresa, sin avisar, a eso de las 19pm. Sabía que Jorge no estaría porque “estaba castigado”. Sin embargo, Jorge me llamó y fue más directo, me preguntó si era cierto eso que le había propuesto. Yo le aclaré que no propuse nada, que si él quería que comprobara su “musculatura” yo no tengo instrumento de medición más que mi boca. Ambos nos reímos, y me preguntó si había “medido” muchas “musculaturas”. No le quise decir que más de 200, pero le dije que sí, que era un “hobby” mío (y lo era). Me pidió que le mande una foto por Whatsapp, y le mandé una que me había tomado Augusto semanas atrás, sin mostrar nada, pero con muy poca ropa y con la boca llena de semen.
En el departamento de Teresa (esto me lo contó ella en detalle), Luis le empezó a hablar de mí, de que pensaba que yo era una mujer fácil, que creía que yo andaba con varios, que me había seguido muchas veces y que estaba desesperado. Ella le dijo, que él era el anticuado, obviamente de buena manera, le dijo que ella vivía sola desde sus 19 años y que, tenía una vida sexual totalmente libre y ella amaba la variedad y el tamaño (igual que yo). Que le gustaba mucho Jorge pero que también podría haber otros y eso Jorge sabía. Luis como balbuceando le preguntó si ella quisiese estar con él, ella le contestó con otra pregunta, “¿tu querrías conmigo?”. Y Luis le dijo que sí, por supuesto. Ella lo besó con mucha ternura, le abrió la camisa y le dedico casi media hora a hacerle el mejor oral de su vida. Teresa me contó que evidentemente el chorro de Luis era alucinante, y que increíblemente tras haberle eyaculado en la boca, la erección de Luis se mantuvo y la penetró por la vagina eyaculando nuevamente allí, dentro. Teresa gritó tanto que Luis tuvo que taparle la boca (ella es gritona siempre). Luis se quedó desde las 19 hasta pasada la medianoche. Me llamó diciendo si podría decir a su mamá que estaba en casa, pero que en realidad estaba donde Jorge (mentira). Yo le dije que claro, llamé a Ely y le dije, que estuvo aquí estudiando historia junto a mi esposo (él es el experto en esas cosas). Luis al fin me había engañado con Teresa y hasta tuvo el cinismo que lo cubriera.
A partir de ese momento, la vida de Luis fue un infierno. Se dividía entre penetrar a Teresa cuando ella no estaba con alguien o con Jorge y penetrarme a mí, que seguía mostrando indiferencia y “poco tiempo” para verlo. A Teresa se lo hacía suave a mí me lo hacía duro. Teresa llevaba la iniciativa con él, Luis llevaba la iniciativa conmigo. El momento culminante fue cuando Teresa le propuso a Luis un trío junto a Jorge y a su vez, Jorge al fin se hizo medir la musculatura el miércoles siguiente.
Los continuos encuentros sexuales de Luis y Teresa con ella contándole todo lo que hacía con la mayor naturalidad hizo desembocar en experiencias de más de dos. Luis quería tenerla para él solamente y ella insistía que quería ser libre. Justamente como prueba de ello, Teresa propuso el trío. “Ya verás que Jorge entiende estas cosas, a mí me gustará estar con ambos”.
A su vez, en nuestras charlas eróticas por teléfono, finalmente Jorge me dijo que quería que mida su instrumento. Le dije, antes debemos hablar, que venga para mi casa. Le cité a las 20 pm. Le dije a mi esposo que estuviera presente. El muy entusiasmado se fue para su estudio y activó las cámaras que tiene. Jorge entró a la sala, le aclaré que yo era casada, y que las cosas que hablamos era en broma. Él sonrió incómodo y me dijo si esas fotos en diferentes habitaciones también eran broma. Le dije que sí. Que todo es broma. Mientras decía eso puse mi mano en su pierna y él atacó de manera espontánea. Yo lo detuve, y me especialicé en su instrumento. Desde desabrochar el pantalón, bajarlo, besar sus piernas musculosas, y bajarle el calzoncillo despacio, sin dejar de lamer. Su instrumento era más grande que el de Luis, similar al de mi esposo, al menos unos 18 cm aunque yo había probado mucho más grandes. Quise probar hasta donde aguantaba y le introduje un dedo en la abertura del ano, sin entrar. Se contrajo, pero me dejó seguir. Empezó a desnudarme y me puse en cuatro, la clásica perrito, y le dije, dame por favor, entra de una vez. Me dio y me dio una y otra vez. Se vino dentro mío y yo gritaba, mirando hacia las cámaras escondidas mientras él no sabía que mi esposo nos veía.
Tras varias semanas de doble vida de Luis, con Teresa y conmigo, finalmente se dio el trio entre Teresa y los dos muchachitos. Fue en su departamento, tras haber bebido desde la tarde, para que se abran las mentes. Jugaron a penitencias, y Luis no tuvo ningún rubor o reparo en besar y tocar a la novia de su amigo, y tampoco Jorge puso objeciones. Al final una cosa llevó a otra, incluyendo una amplia cantidad de fotografías que tomaron a Teresa desde sus respectivos celulares. Teresa me contó todo con detalles que seguramente en otra oportunidad serán contados.
Unos tres días después, Luis recibió una llamada de Teresa estando conmigo, como mujer tóxica, le quité el celular, y le pregunté ¿qué cuernos tenía con Teresa? Obviamente él me dijo que nada, quiso que le devuelva el celular, y yo fui directo a la galería de fotos, y vi una veintena de fotos de Teresa. Le dije, y ¿esto qué es?; él confuso quiso explicar algo y, yo, fingiendo estar toda atormentada, le pedí que se vaya. Luego me mandó muchos mensajes, pidiendo disculpas, y le dije, que yo entendía, y lo dejamos así. Sin terminar. Con unos cuantos encuentros más, y al final, le dije que estaba siendo penetrada por otro amigo, casi ni se molestó. Sigue siendo mi ahijado, ya no lo veo a solas, y con su mamá no hubo ni la menor sospecha.
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