Relatos Eroticos Con Fotos

50 Kilómetros

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50 Kilómetros

Siempre nos encontrábamos en la misma estación del tren, yo una chica cualquiera y él un hombre que para muchos podría pasar desapercibido. Tenía una mirada que lograba hipnotizarte en segundos, no sé qué fue lo que más me cautivo pero no podía quitarle la mirada de encima, todos los días al llegar a la estación lo buscaba con la mirada, nunca me atreví a acercarme, soy demasiado tímida para entablar conversación con un extraño.
Un mañana de esas en las que todo parece salir mal, decidí calmar mi frustración con un cigarrillo, me quede a un lado de la entrada de la estación con la mirada algo perdida y de repente una voz algo distante dijo: – Me regalarías fuego?. Algo fastidiada por sentirme interrumpida en medio de mí soñar despierta deje ir un simple: sí, al levantar la mirada ahí estaba mi hombre misterioso.
Nunca me había sentido más nerviosa, logre controlarme y le alcance mi encendedor.
– Nunca dejo mi encendedor pero hoy salí tan rápido, muchas gracias.
– No te preocupes, no es nada.
Mientras encendía el cigarrillo sentí como si el tiempo fuera más lento, era un completo extraño pero justamente esa mística de no saber quién es era lo que me cautivaba.
– Te he visto varias veces en el trayecto que tomo- me dijo mientras dejaba salir el humo de la primera bocanada.
– Si creo que te he visto a ti también un par de veces- dije sin pensarlo y sintiéndome algo tonta por la respuesta.

Todos los días al llegar a la estación lo buscaba con la mirada, nunca me atreví a acercarme, soy demasiado tímida para entablar conversación con un extraño.

Hablamos de tonterías, nos cruzamos algo de información como a lo que nos dedicábamos y cosas sin sentido mientras nos acabábamos el cigarrillo. No sé cómo pero el magnetismo era evidente, la tensión que había entre los dos se podía cortar con un cuchillo.
Nos acabamos el cigarrillo y me pregunto si tomaría el mismo tren de siempre, le indique que sí y me hizo una seña como indicándome el camino.
Entramos a la estación y subimos al tren, yo subí de primeras y como si lo tuviera todo planeado con antelación me senté en la silla más alejada, él me surgió sin problemas y se sentó a mi lado.
Seguimos hablando por un rato más del trabajo y trivialidades, muchos creerán que estoy loca pero de repente empezamos hablar del magnetismo que se crea entre las personas y como surge sin más ni más.
Me sentía tan cómoda y segura, llena de una confianza que jamás en mi vida había sentido. Deje de hablar mirando al frente y me gire un poco para verlo de frente cuando le hablaba y note que él todo el tiempo me había estado mirando.
Como si alguien invisible me estuviera susurrando al oído de aquí en adelante me sentí como siguiendo un guión que no conocía y en un instante que sus ojos se clavaron en mis labios me lance sin frenos a darle un beso. Dentro de mi, miles de voces se accionaron, gritándose al tiempo. Que carajos estaba haciendo?, era un desconocido. Pero poco a poco las voces se fueron callando y dieron paso a los sentidos. Sus labios eran absurdamente suaves, no eran muy carnudos pero parecían tener el tamaño adecuado para mi boca. Poso su mano por mi cuello y sentí como todo bajaba por mi cuerpo, apreté las piernas disimuladamente pero sencillamente no era dueña de nada en ese momento; así que pase mi mano por su nuca y lo bese con más fuerza, acercándolo a mí, como dándole permiso a que hiciera lo que quisiera conmigo.
Él entendió perfectamente y me abrazo, pasando su mano por mí espalda suavemente, casi imperceptible, corrió su boca y empezó a besarme lentamente el cuello. Sentía como su saliva rozaba mi piel, y el pequeño viento que generaba su respiración, en este punto no sólo estaba mojada, si no que sentía como mi clítoris se endurecía. No pensaba en nada, sólo me estaba dejando llevar por ese torrente de emociones.
De repente un impulso animal me hizo susurrarle al oído- Me dejarías probarte?, recuerdo que me miro sorprendido, me beso y dejo salir con apenas un aliento- Haz lo que quieras… Seguí besándolo mientras mis manos desapuntaron su pantalón, mi boca se saboreaba como un moribundo esperando llegar al oasis y beber un poco de agua. Baje sus pantalones un poco y note que tenia la verga muy dura, con las venas brotadas supuse que todo lo que estaba electrificando el ambiente también lo había sentido él. Me agache y empecé a besarlo sin afán, con delicadeza; comenzando desde abajo y deteniéndome en la cabeza, pasando mi lengua dando círculos. Note que empezaron a salir las primeras góticas. Sus manos apenas me tocaban la espalda, imagino que estaba algo extasiado de que una desconocida terminara por pedirle que la dejará comerse su verga de esta forma, así que pase mis manos por sus piernas y lo apreté fuerte, quería que se excitara que se volviera tan animal, tan loco como yo. Tomo mi cabeza por el cuello y empezó a dirigirme, al tiempo que empezó a moverse con ritmo. Mi vagina estaba empapada no dejaba de lubricarse, tanto que sentía la necesidad de apretar las piernas. Él lo noto en seguida y de un solo movimiento me levanto, me beso chupándome los labios con algo de desenfreno y me recostó sobre su pecho mirando hacia arriba, me sentía tan expuesta tan excitada y lista que sólo deje que hiciera lo que quería.
Deslizó su mano izquierda debajo de mi falda corriendo la tanga con los dedos, era apenas lógico que hasta mis piernas estuvieran empapadas, yo mientras tanto lo veía como se mordía los labios al sentirme tan mojada. Resbaló dos dedos muy despacio, apenas hundiéndose mientras su mano derecha buscaba mis pezones en medio de mi blusa y como era de esperarse se encontró con un par de rocas añorando un pequeño mordisco.
Yo estaba extasiada, él jugaba con mi clítoris con un ritmo único que me cortaba la respiración, sentía que mis tetas querían salir a como diera lugar de mi blusa. De repente introdujo sus dedos por mi vagina que me hizo levantarme un poco de la silla, quería más, maldita sea quería más, quería girarme y meterme esa verga que sentía palpitar con mi brazo.

Poso su mano por mi cuello y sentí como todo bajaba por mi cuerpo, apreté las piernas disimuladamente pero sencillamente no era dueña de nada en ese momento

Aumento un poco el ritmo y yo ya sentía que no podía más, saco los dedos y siguió con el clítoris con pequeños círculos rítmicos y de pronto cada vez más y más rápido, yo quería gritar, gemir, pero toda esa energía contenida bajaba por mis piernas y se perdía en mi vagina; en cuestión de segundos deje escapar el aire que estaba aguantando y el mundo se desvaneció al tiempo que el orgasmo aparecía, me sentía de mantequilla, no lo podía creer, jamás lo creería. Mi cabeza volvió a la realidad a escuchar la gente del otro lado del pasillo, abrí los ojos y él se acerco y me dío el beso más tierno que me han dado en la vida. Me sentía flotar, no tenia cuerpo, no era física, era aire, era una nube que en algún momento escaparía por una ventana. Me levante y me senté en la silla con una sonrisa y por su puesto avergonzada. El se incorporo también y note que se había venido también, me sorprendió muchísimo que lograra hacerlo con solo verme lograr el orgasmo.
Se arreglo la ropa me tomo de la cara y me beso de nuevo, dentro de mi pensaba en que jamás me cansaría de esos besos, eran tan perfectos y cargados de una electricidad que sencillamente te hacía olvidar de todo lo demás.
Me recostó en su pecho y sin darnos cuenta nos quedamos dormidos, llegamos a nuestro destino y unas personas que se bajan del tren nos despertaron. Algo apenados por todo lo que había pasado, no sabíamos lo que debíamos hacer. Bajamos del tren en silencio, nos abrazamos y sin decir nada, cada uno siguió su camino. No quería acabar con tanta magia con nombres o invitaciones futuras a Salir. Y es así como todos los viernes él me espera en la misma estación de tren a las 6:45am para gozarnos los 50 kilómetros de lujuria y orgasmos con un desconocido. Jamás nos dimos nuestros nombres y jamás nos dimos el teléfono, era una cita que no perdería por nada del mundo.

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