El Nuevo Entrenador

Miguel era un hombre de unos 45 años, recién divorciado, era moreno con el pelo rizado, los ojos verdes, no era muy alto pero si era bastante aficionado al gimnasio y a hacer deporte, lo que hacía que tuviera un cuerpo muy cuidado. Lo había pasado bastante mal con todo el proceso de divorcio y todavía no se había recuperado del todo.

Miguel era un hombre de unos 45 años, recién divorciado, era moreno con el pelo rizado, los ojos verdes, no era muy alto pero si era bastante aficionado al gimnasio y a hacer deporte, lo que hacía que tuviera un cuerpo muy cuidado. Lo había pasado bastante mal con todo el proceso de divorcio y todavía no se había recuperado del todo.
Ir al gimnasio era toda una terapia para él que le hacía olvidar, al menos durante un rato, sus problemas. Allí hacía ejercicios con las máquinas y también nadaba en la piscina. Sus horarios variaban bastante pues dependía de su trabajo, que era a turnos, pero le gustaba ir a última hora, casi antes de irse a dormir pues entonces había poca gente y estaba más tranquilo. Últimamente había llegado un nuevo monitor llamado Paulo, un joven dominicano de piel negra, alto, musculoso, con el pelo en rastras y muy guapo. Paulo supervisaba los ejercicios que hacía Miguel.
– Estos ejercicios que me has puesto hoy son muy duros – se quejaba un poquito Miguel.
– Tú puedes hacerlo – le respondía Paulo – Tienes que cuidar ese cuerpo.
Con el paso de los días se iba creando una buena relación entre los 2.
– Ahorra tienes que rehacer tu vida – le decía Paulo a Miguel – No puedes quedarte en el pasado.
– En este momento solo quiero estar tranquilo, luego ya veremos – le contestaba Miguel – ¿Tienes novia Paulo?
– No, me encuentro solito.
– Pues te aconsejo que sigas así que luego vienen los problemas.
– Tranquilo, Miguel, que no pienso echarme novia y tú no hables tanto que se te va la fuerza por la boca, jajajaja.
Una tarde, Miguel fue al gimnasio, había tenido un mal día en el trabajo y no se encontraba de buen humor.
– ¿Qué te pasa hoy, mi rey, que te veo de mal humor? – le preguntó Paulo.
– Cosas del trabajo, Paulo – contestó Miguel – El jefe que no se entera de nada.
-No tienes que hacer tanto estrés que no es nada bueno para la salud, olvida esos problemas que el día ya ha terminado.
– Lo malo es que mañana tengo que volver otra vez, ponme unos ejercicios muy duros que tengo mucha adrenalina que liberar.
– Como tu quieras, mi rey.
Miguel terminó su ronda de ejercicios y se fue a la piscina donde estuvo un buen rato haciendo largos, terminó bastante cansado y se fue a cambiarse a los vestuarios. Era un poco tarde y no quedaba ya nadie. Miguel entró en la ducha se puso debajo del agua. Sin que se diera cuenta, Paulo penetró en el vestuario y, de lejos, observaba a Miguel. Contemplaba como caía el agua sobre su cuerpo desnudo y como pasaba sus manos enjabonándose y aclarándose. Estaba como hipnotizado.
Miguel salió de la ducha y se quedó bastante sorprendido al ver allí a Paulo.
– ¡Paulo!, ¿Qué haces aquí?
– Tranquilo, no pretendía ni asustarte, ni molestarte. Solo que te he visto un poco mal antes y quería saber si te encontrabas mejor.
– Gracias por preocuparte tanto, Paulo, pero son cosas laborales, ya pasarán y estaré de mejor humor.
– Es que te he visto tan tenso.
– Bueno, ya he dejado algo del mal humor en la piscina y con tus ejercicios.
– Pues yo te sigo viendo tenso y no me gusta, mi rey.
– Me halaga mucho que te preocupes tanto por mi pero, de verdad, no es necesario, estoy bien.
– Sigues tenso y, si quieres, puedo ayudarte a relajarte y hacer que te sientas mejor.
Miguel quedó bastante intrigado ante aquella propuesta.
– Espera que me vista y me pongo en tus manos – respondió cogiendo parte de su ropa.
– No hace falta que te vistas, solo siéntate en el banco.
Miguel se quedó todavía más sorprendido pero hizo lo que le solicitó Paulo que se sentó al lado suyo.
– Ahora, mi rey, solo tienes que relajarte un poquito y dejarme hacer a mí.
Paulo puso su mano sobre el muslo de Miguel, justo en su zona pélvica y comenzó a masajearlo.
– ¿Pero qué estás haciendo? – preguntó muy sorprendido Miguel, sin saber muy bien como reaccionar.
– Ya te he dicho que solo tienes que relajarte, nada más.
La mano de Paulo dejaba el muslo de Miguel y subía por su zona pélvica, justo por encima de su polla, y masajeaba esa zona con maestría y delicadeza, para pasar al otro muslo.
– No, Paulo, esto no…
– Shhhhhhsss – indicó Paulo a Miguel colocando un dedo de la otra mano sobre sus labios.
Miguel estaba como paralizado y le era casi imposible reaccionar y, además, los dedos de Paulo tenían algo especial que hacía que le gustara sentirlos sobre esos lugares tan próximos a su zona íntima.
Los dedos de Paulo pasaban, una y otra vez, por esa zona pero llegó un momento en el que no se conformaban con eso y comenzaron a rozar la polla de Miguel, pasaban con delicadeza, de la parte de abajo a la puntita y volvían otra vez a comenzar, el toque era muy suave y los dedos bajaban también por sus testículos provocando que Miguel se comenzara a excitar y que su polla comenzara a perder su flacidez habitual. Paulo miraba con una sonrisa al rostro de Miguel mientras sus dedos iban intensificando, poco a poco, el contacto con las partes íntimas de Miguel.
– ¿Ves como yo se cómo relajarte, mi rey?
Y el dedo de Paulo, jugaba con la puntita de la polla de Miguel, provocando que éste emitiera un gemido. Paulo volvió a sonreír y tomó con una de sus manos la ya, bastante engrandecida, polla de Miguel y comenzó a masturbarle, movía sus manos de arriba a abajo con suavidad y seguía contemplando el rostro de Miguel que denotaba cuanto le gustaba lo que le estaba haciendo su entrenador. Abría y cerraba los ojos sin mucho control, movía los labios y su cuerpo se estremecía ante los espasmos que le hacía sentir Paulo.
– ¡Ahhh, ahhhh, sííí, sííí! – gemía repetidamente Miguel.
– ¡Qué verga más bonita tienes, mi rey, me encanta sentirla entre mis manos! – le dijo Paulo que luego besó sus labios.
Así la polla de Miguel, con los movimientos que hacía Paulo, se iba poniendo cada vez más y más dura y él iba sintiendo más y más placer. Nunca le había más turbado ninguna mujer de aquella manera, nunca había sentido unos dedos como los de Paulo. Sentía que temblaba. Paulo movía su mano rápido, cada vez más rápido, y la polla de Miguel ya había alcanzado un notable grosor. Lo que no hacía era dejar de mirar a Miguel pues le encantaba contemplar una y otra vez el rostro de placer de Miguel. Éste ya no podía más y sentía que muy pronto iba a alcanzar el orgasmo, cuando le vino tuvo que agarrarse muy fuerte al banco mientras que Paulo apretó su polla, de la cual, salió un enorme chorro de líquido seminal.
– ¡Ahhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhjjhjhh, sííííííí! – exclamó entre gemidos Miguel.
Tras su eyaculación se sintió muy tranquilo y reposado.
– ¿Ves cómo te has relajado y te has sentido muy bien, Miguel? – le comentó Paulo – Ya te he dicho que te pusieras en mis manos. Además, estás guapísimo cuando disfrutas.
Miguel no sabía ni que decir, ni como responder.
– Bueno, mi rey, espero que esto te ayude a dormir bien – volvió a comentar Paulo – Ahora tengo que marcharme, nos vemos.
Paulo dio un beso en los labios a Miguel, se lavó un poco las manos y se marchó, dejando a un pensativo Miguel que tardó un rato en acabar de vestirse. ” Si yo nunca he estado con ningún hombre, tampoco me atraía la idea y he disfrutado como nunca al sentir sus manos,” ¿Qué me ha pasado? ” Estos y otros pensamientos parecidos iban a perseguir toda la noche a Miguel.

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