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Se follaron a mi mujer Tania borracha mientras yo me masturbaba

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Era invierno, y a mi mujer Tania, su extrema sexualidad de guapa rubia finlandesa le desbordaba a pesar de que le costaba mantenerse despierta y derecha por culpa de la sangría. En una de las tascas del Barrio Gótico de Barcelona conocimos y estuvimos bebiendo con un tipo llamado Juan, de unos 40 años, pequeño, rudo y nada afortunado por la belleza, pero de una conversación amena que era paleta encofrador.

El caso es que sobre las 4.30 de la madrugada, los pocos bares de las tascas de Barcelona que todavía quedaban fueron cerrando, y cuando decidí que ya era hora de irnos a casa, ya no pudimos encontrar taxi por ningún sitio del Paseo de Colon. Entonces Juan nos vio cuando iba hacia su casa, y al enterarse de que no encontrábamos taxi, nos ofreció tomarnos una última copa en la pensión en donde residía, hasta que se hiciera de día. También nos dijo que la dueña del establecimiento no se despertaría porque era sorda y el tenia llave porque ya hacía muchos años que residía allí.

Cuando llegamos, vi que era una pensión infame del barrio gótico, pero en la calle hacia demasiado frío para pensar en ir a otra parte. Efectivamente, la dueña de la pensión dormía, porque se oían sus ronquidos y estaba absolutamente todo a oscuras. Finalmente, Juan nos acompañó hasta su habitación, en donde habían dos camas, pero donde el siempre dormía solo. A la luz de la mesita de noche, y procurando no hacer demasiado ruido, nos tomamos un par de vasos de vino tinto de una botella empezada que Juan encontró en la cocina, mientras me enseñaba su estúpida colección de cajas de cerillas que colgaban por las paredes del cuarto. Después, lógicamente, nos entró el sopor y el cansancio a los dos ( Tania, mi mujer, hacía ya rato que se había estirado en una de las camas y dormía plácidamente su borrachera ) así que yo me estire junto a ella y Juan hizo lo propio en su cama, después de apagar la luz de la mesita de noche, con lo que solamente quedo una tenue claridad de la luna que provenía de la ventana de la habitación, que daba al patio de luces de la finca.

Desnudé lentamente a Tania, dejándola como su madre la trajo al mundo ( el hecho de poderla ver así, desnuda y cerca del otro hombre dormido, ya me excitaba ) después, yo también me desnudé y nos cubrí a los dos con la sabana.

En principio, yo no podía dormir, aunque estaba cansado y con bastante bebida encima. Finalmente, escuche a Joan respirar hondo mientras se quedaba dormido, así que, decidí que ya que íbamos a dormir, lo haríamos en condiciones: Desnudé lentamente a Tania, dejándola como su madre la trajo al mundo ( el hecho de poderla ver así, desnuda y cerca del otro hombre dormido, ya me excitaba ) después, yo también me desnudé y nos cubrí a los dos con la sabana. Al poco… empecé a rozar a mi mujer, y quizá debido al morbo de estar allí, desnudos, junto a un desconocido que dormía a un metro escaso de distancia y a pesar de que ella estaba totalmente inconsciente y borracha, le introduje mi polla en su boca y luego la penetré y monté hasta correrme en su vagina. Una vez que me aparté de ella, me di cuenta de mi excitación, ya que a pesar de acabar de correrme, todavía estaba con mi polla tiesa.

Me incorporé y sentado en la cama, pude observar a mi mujer durmiendo, exhibiendo sus enormes tetas a la luz de la luna que entraba por la ventana, y la volví a desear, así que le introduje otra vez mi polla en su boca, pero justo cuando iba a volver a correrme me di cuenta de que Juan estaba despierto, sentado de costado en su cama, y pude ver que estaba observándonos gracias a la luz que entraba por la ventana.

También pude ver que Juan estaba en calzoncillos y se estaba meneando el miembro mientras nos miraba. Como estaba seguro de que Tania con su borrachera no podía escucharnos, le pregunte si le gustaba sexualmente mi mujer: me dijo que era una hembra impresionante y apetecible y que nunca había visto cerca nada igual. Yo entonces – ya totalmente excitado, porque me daba cuenta de la situación y de lo excitado que también estaba Juan- le pregunte abiertamente si le apetecía pasar un rato con ella, porque yo ya lo había hecho dos veces seguidas y estaba muy cansado. Juan me dijo que claro que le apetecía, pero que no se atrevía porque igual mi mujer se molestaba si hacia eso y tal… Yo le insistí, diciéndole que podía ver por sí mismo que Tania estaba borracha y que además mi mujer estaba acostumbrada a que yo se la “pasara” a otros tíos después de haber follado con ella , porque era una cosa que le gustaba ( una gran mentira, fruto de mi excitación) Cuando acabe de decirle eso, Juan pego un salto desde su cama, se bajó el calzoncillo exhibiendo una verga gigantesca , y de un empujón me aparto y se metió de inmediato en la cama con Tania.

…en el momento de correrse en el coño de Tania, le toque rápidamente la espalda, instándole a relevarnos, porque estaba seguro de que ella, aun estando ebria, podía haber notado algo raro en su voz .

Enseguida me di cuenta de que Juan hacía mucho tiempo que no follaba. Porque se tiró encima de ella como un poseso, follándola y follándola, al tiempo que le manoseaba las tetas, le comía los pezones y le metía la lengua en su boca. Tan brutalmente la poseyó que Tania finalmente se despertó parcialmente y ella misma ( pensando que era yo) le decía que estaba a punto de correrse y que le descargara todo su semen. Eso, lejos de amedrentar a Juan, lo excitó aún más y la folló todavía más fuerte, mientras yo estaba de pie, junto a ellos, masturbándome como un loco mientras observaba, con la luz del amanecer de la ventana, como Juan estaba clavándole la polla a mi mujer.

Cuando Juan ( que tuvo la precaución de no articular palabra durante toda la follada ) no pudo aguantar más y le dijo “ toma chorizo de pamplona” en el momento de correrse en el coño de Tania, le toque rápidamente la espalda, instándole a relevarnos, porque estaba seguro de que ella, aun estando ebria, podía haber notado algo raro en su voz . Juan lo entendió y pegó un salto certero, manchándome de semen, y se volvió a su cama. Yo me acosté rápidamente otra vez con mi mujer, que me preguntaba con voz pegajosa que había querido decirle antes con lo de “chorizo de pamplona”. Yo le dije que nada, y como vi que Tania todavía quería mas ( y yo estaba como una moto de excitación ) la volví a clavar y me volví a correr otra vez en su vagina ya rebosante de semen de Juan y mío.

A las 7.30 la desperté y nos fuimos. Juan se quedó en su cama, con cara de entre felicidad y agradecimiento por el rato pasado y quedamos en vernos otro día por las tascas. Nunca más nos volvimos a encontrar. Tania ni siquiera recordará nunca de que habíamos conocido a un paleta feo, rudo y pequeño llamado Juan al que yo permití que se la follara y disfrutara con ello al igual que yo.

 

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