Vecinos

Cogiendo con mi vecina y su esposo.

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Hace 10 años que vivo en la misma casa. Soy soltero, lo que más me gusta de las mujeres es el aspecto físico: el beso, las caricias, el toqueteo, los juegos y el sexo, por eso desde que la vi y la vi quise coger con mi vecina.

Me gusta probar de todo. Conservo en algún lado de la casa un libro de posiciones sexuales que me he asegurado de ir cumpliendo con mis parejas. Desde el típico misionero hasta posiciones anales en las que tanto mi pareja como yo nos retorcíamos del orgasmo.
En fin, regreso al punto de este relato. En donde vivo, las paredes son delgadas y uno puede escuchar fácilmente lo que sucede en la casa de junto, si se pone atención. Mis vecinos son una pareja recién casada. Él parece ser un hombre de negocios, siempre lo veo salir trajeado y con aspecto serio. Ella, por su parte, se dedica al hogar y casi siempre anda liviana de ropa. No les voy a mentir, desde los primeros días en que se mudaron lo primero que noté fue lo buenísima que está ella. Es un poco llenita pero tiene unas nalgas que te morirías por tocar. Yo, así como soy, desde el primer día le dediqué una de mis pajas a esas bellas nalgas. Me la imaginaba sentaba sobre mi verga, moviéndose en círculos. Otras veces, imaginaba lo rico que sería tener sus nalgas en mi cara: lamer su sexo y saborear sus jugos, me imaginaba cogiendo  con mi vecina.

Mis vecinos son una pareja recién casada. Él parece ser un hombre de negocios, siempre lo veo salir trajeado y con aspecto serio. Ella, por su parte, se dedica al hogar y casi siempre anda liviana de ropa…

En las mañanas, mi vecina (que se llama Laura), salía a comprar algunas cosas al mismo tiempo en el que yo salía para el trabajo. Comencé a conversar con ella en esos ratos, por un lado por cortesía y por otro lado por que sentía que era grosero no hablarle a la mujer que había sido la protagonista de mis fantasías sexuales los últimos días. Siempre igual: salía con el cabello suelto, una blusa y un pants, de esos que se usan para hacer yoga y que hacen que a las mujeres se les remarque todo el culito.
Cuando ya se habían asentado, algunas noches solía escuchar como ambos cogían. Ahí descubrí otra cosa: ella no solo tenía un culo de ensueño, sino que gemía como una autentica zorra cuando se la metían. Podía escuchar a través de la pared lo que sucedía, como le pedía a su formal esposo que se la metiera más rápido, más duro, que se viniera dentro de ella. Coger con ella se antojaba como toda una delicia. Por supuesto, cada vez que eso ocurría yo me sacaba la verga y me empezaba a masturbar escuchando sus gemidos, e imaginando lo duro que me la cogería.
Un día, cuando ya me llevaba mejor con Laura, decidí mencionar el asunto.
-Bueno, ¿Y cómo está tu esposo? – Le pregunté. (solo queria decirle que podía escuchar como se estaban cogiendo a mi vecina al otro lado de mi pared)
-Bien. Aún nos estamos acostumbrando a este lugar. Pero todo bien entre nosotros – Me dijo.
-Oh. Muy bien. Por cierto, no es por ser indiscreto, pero a veces puedo escuchar lo que ustedes dos hacen por las noches. – Lo dije riéndome, para que entendiera que lo decía en un tono serio, pero en el fondo me preguntaba si no acababa de cometer un error.

Ella se incorporó en la cama y empezó a acariciar mi verga por encima del pantalón

Laura escuchó lo que dije y se sonrojó. -Oh! Lo siento muchísimo. No sabía que se escuchaba-
-No importa- Le dije. -De hecho, no me quejo. Acá entre nos, me encanta escucharte-
Laura lucía desconcertada. -¿Sí? ¿Y porqué es eso?- Me preguntó, con un tono de voz más suave.
-Bueno. No quiero parecer maleducado, pero gritas riquísimo durante el sexo. De tan solo escucharte a veces me prendo- Laura comenzó a reír.
-Eres más atrevido de lo que creí, me dijo. A lo mejor hay algo que podamos hacer después.
Pasaron los días y no había visto a Laura cuando me iba al trabajo, así que asumí que se había ofendido por mi comentario. Sin embargo, un Sábado fue a tocar a mi casa. Entró y se sentó en el sofá.
-Le dije a mi esposo lo que me dijiste- Me dijo en tono serio. Creí que había cometido un error grave.
-Laura, discúlpame, no fue mi inten…. Antes de terminar la frase, ella me interrumpió.
-Queremos proponerte algo.
-Ok
-A mi esposo y a mi nos gusta probar cosas nuevas, y lo platiqué con él y queremos probar algo nuevo en la cama. Como ya nos has escuchado, puede que ya sepas de que va.
-La verdad es que no entiendo del todo.
-Quiero que me cojas. Que me hagas el amor en mi cama, mientras mi esposo nos ve. Eso lo excita muchísimo y a mi también. ¿Qué dices?
Estaba anonadado, pero no iba a perderme esta tremenda oportunidad.
-Está bien. ¿Cuándo? (no podía creer que estaría cogiendo con mi vecina en pocos minutos)
-Ahora mismo. Laura me tomó de la mano y me llevó a su casa. Me dio un beso largo y me subió a su recamara. Ahí, sentado y con nada más que ropa interior estaba su esposo, tan formal y todo. Sentado. Laura hizo como que no lo veía y me comenzó a besar. Yo seguí el juego y comencé a pasar mis manos por su cuerpo.
Poco a poco, sentí los bonitos senos de Laura por encima de su blusa. La agarré por las piernas y la tumbé en la cama, mientras le comencé a besar el cuello. Me quité mi camisa y ella se quitó su blusa. No llevaba sujetador. Sus tetas saltaron como dos globos, y yo empecé a lamer sus pezones, pequeñitos, rosados y bien levantaditos. Bajé mi mano hasta la pequeña faldita que traía y comencé a acariciar su cosita.
Ella se incorporó en la cama y empezó a acariciar mi verga por encima del pantalón. Jugaba con mi cabecita y rápidamente me bajo el pantalón y el boxer. Me empezó a masturbar y a jugar con mi pito, que ya estaba comenzando a agarrar tremenda erección. No podía creer que estaba cogiendo con mi vecina mi hermosa vecina, de reojo, pude ver como su marido empezaba a jugar con su verga, masturbándose despacio.
Bajé un poco y le quite a Laura sus braguitas color blanco, para revelar su puchita mojadita y lista para penetrarla. Estaba lista para meterle toda mi verga, pero antes decidí cumplir una de mis fantasías. Le pedí que se pusiera en cuatro, y por fin pude ver ese enorme culote en todo su esplendor. Le di una nalgada y empecé a lamer su vagina, metiendo mi lengua poquito a poquito. Luego, comencé a darle besitos alrededor de su ano, y a lamerlo de a poquito. Ella comenzaba a gemir despacito.
Aún en cuatro, comencé a metérsela despacito. Ella comenzó a gritar al poco rato.
-¡Sí! ¡Más rápido! ¡Más duro!
Yo obedecí y se la clavaba sin piedad. No pude quedarme con las ganas y, en una de esas, saqué mi pene y lo empecé a meter poco a poquito en su ano. Se notaba que no era la primera vez que lo hacía, puesto que fue cosa de menos de un minuto antes de que ya lo tuviera dilatado lo suficiente como para que entrara toda mi verga.
Se lo estaba metiendo por el culo y ella estaba dando unos gritos tan fuertes que pensé que toda la calle se iba a enterar. Pero no me importaba, a mi me encantaba escucharlos, junto con el sonido de mis huevos estrellándose contra esas enormes nalgas. No podía parar.
Cuando ya me iba a venir, no sabía si estaba bien echar mi leche adentro de ella, pero ella se adelantó antes de que le preguntara.
-¡Sí! ¡Lléname el culo de leche!- Me decía.
Se la metía más rápido y más rápido, y haciendo caso a lo que me dijo, cuando acabé le comencé a llenar su culito de leche. Era tanta que no tardó en comenzarse a salir de su ano. Saqué mi verga y le lamí un poco más su rica chochita. No podía dejar pasar la oportunidad de lamer lo que fuera de ese riquísimo culo.
Terminamos y su esposo también ya había acabado, puesto que tenía toda la corrida en su pecho. Desde entonces, esto se ha convertido en una tradición, ahora cada vez que hay oportunidad ando cogiendo con mi vecina y mi vecino, pero me han llevado a probar cosas que yo ni sabía que existían. Pero eso se los contaré después.

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